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Opinión

Vizcarra, hechura de sus enemigos, por Rosa María Palacios

Eso es exactamente lo que está haciendo Vizcarra. Ser el enemigo público de todos los políticos, de todos los medios, y hasta de las encuestadoras lo convierte en una víctima.

Rosa María Palacios 29-06
Rosa María Palacios 29-06

La última escaramuza judicial de Martín Vizcarra versus el fiscal Juárez terminó con un aparatoso fracaso para el ministerio público. Pese a la inmensa presión mediática (que me hizo apostar que se lo llevaban a la Diroes), la solicitud de prisión preventiva estaba tan pobremente formulada que el juez la denegó. Actualmente, el peligro de fuga de Vizcarra es inexistente, pero sus actividades sí tienen otro peligro que es real: está haciendo una campaña brutalmente efectiva si se le compara con otros aspirantes a la presidencia del Perú.

Vizcarra está haciendo política desde su primera inhabilitación hace cuatro años. Su campaña nacional tiene, según CPI, 15% de intención de voto. Él afirma que es más de 20 puntos. Si bien hay encuestas privadas (pagadas por empresarios aterrados), el resto de las encuestadoras se niegan a medirlo porque está inhabilitado para la función pública (ya van tres veces) impidiéndose su candidatura presidencial. No solo eso. El JNE lo ha desafiliado de su propio partido, aun cuando la participación política no es un derecho que pueda suspender el Congreso, y el TC acaba de declarar infundada la acción de amparo que planteó.

Tal vez no lo recuerden, pero en el 2006 y el 2011, Ollanta Humala uso, con mucho éxito, la expresión “Todos contra Ollanta” para señalar que no tenía el apoyo de nadie. Eso es exactamente lo que está haciendo Vizcarra. Ser el enemigo público de todos los políticos, de todos los medios, y hasta de las encuestadoras lo convierte en una víctima. ¿Por qué? Porque la situación abusiva por la cual fue removido del cargo en el 2020 se revive una y otra vez en los últimos cinco años. Recordarán que ese abuso representó la última y más grande movilización contra el congreso, al punto que Merino, dos muertos después, tuvo que renunciar. Estar solo, contra el abuso de un Congreso con 95% de desaprobación, lo único que hace es hacerlo crecer en el apoyo popular.

Mientras que Porky repite "¡Caviar, caviar, caviar!", como si fuera un conjuro para ser presidente y Keiko publica “Konfesiones” con fotos generadas por inteligencia artificial, Vizcarra, con un lenguaje adaptado a los jóvenes que eran adolescentes durante la pandemia, ha captado a los votantes de entre 18 y 25 años gracias a una presencia en TikTok que busca revivir el rol de “padre” que uso el 2020.  Añadimos algo más: no le corre a los medios. Acepta entrevistas donde sabe que no le va a ir bien y eso el público lo ve. Puede ser todo lo taimado que quieran, pero miedo no transmite.

Vizcarra está construyendo un personaje que es muy exitoso políticamente. Él quiere ser el marginado, el descartado, el perseguido que enfrenta a sus perseguidores. ¿Qué hubiera pasado si se iba 6 meses a la Diroes? Armaba un frente con Castillo y Humala de “presidentes injustamente detenidos” y sospecho, dada la apreciación de Castillo como víctima del congreso (según Ipsos, 59% cree que el congreso fue el que le dio un golpe y no al revés) que arrasaban.

Lo que no se quiere entender en ciertos círculos políticos en Lima, es que Vizcarra (a mi juicio, un pésimo presidente para los meses de pandemia, cuyo recuerdo, para mí, es una pesadilla) y Castillo, al ser presidentes perseguidos por el congreso tienen un aprecio popular en el Perú con el que ningún otro político puede competir. Ambos son la hechura de sus enemigos, la diferencia es que Vizcarra es un político astuto y Castillo un sindicalista básico, como bien lo definió Guido Bellido. Si Vizcarra hubiera completado los 7 meses que le faltaban como presidente, hoy no tendría opción. Sería un mal recuerdo.

Al perseguirlo, varias cosas pueden suceder en los próximos meses. Primero, agotada la vía previa, Vizcarra va a recurrir al sistema interamericano de derechos humanos, llevando como precedentes los casos de Alan García y Gustavo Petro. Puede irle muy bien. Segundo, tiene un proceso penal por cohecho en donde, es posible una sentencia condenatoria antes de las elecciones, lo que le impide postular. Es muy probable que lo condenen, si es que los jueces lo hacen basados únicamente en prueba indiciaria, porque es todo lo que hay. Es decir, el fiscal tiene tres testigos que afirman haberle pagado, pero la ruta del dinero se acaba cuando sale el efectivo de las empresas. No hay ningún indicio de recepción. Y por más que te pueda caer pésimo el expresidente por vacunarse clandestinamente, eso no es delito. El juez solo condena por los hechos que prueben cohecho y en eso, está la debilidad del caso. Pero digamos que, la presión es tan brutal (recuerden a los partidos y a los medios que justificaron la revocatoria a Vizcarra en ese supuesto delito, si no hay condena, se juegan el prestigio) que va preso. Ya no da el tiempo para las apelaciones.

En esta circunstancia ya se anuncia un plan B. Y como en el caso de Castillo, posiblemente condenado para las elecciones, hay un bolsón de votos que asignar. Es posible que los electores, hartos de ver a un congreso tramposo que hace desfilar posibles candidatos para inhabilitarlos, hagan algo que en el Perú sería una extraordinaria novedad: el endose. Candidatos en cárcel, con una narrativa a lo Mandela, jugando en pared como María Corina Machado y Edmundo Gonzales. Se dice que Martín Vizcarra llevaría a la presidencia a su hermano Mario. Al no haber sido funcionario público, no hay forma cerrarle el paso.

La paradoja de esta historia es que Vizcarra, guste o no guste, será protagonista de una historia en la que se le tiene prohibido participar y que, a contramano de lo que quiere hoy el pacto en el poder, sus periodistas, doctores Truquini y demás incumbentes, puede terminar siendo exitoso no por lo que propone, tampoco por haber tenido una buena gestión presidencial, sino única y exclusivamente porque es su victima y va ganando contra los que se han convertido (aunque no lo quieran) en los malos y abusivos de la película. Nada que entusiasme más a la audiencia (que le llena plazas) que el equipo perdedor, descartado por todos, que comienza a crecer para campeonar. Contra esa narrativa, al frente no están construyendo nada serio. Una horda de trolls contratados y tres portadas de diarios marginales, no van a parar el fenómeno.

Quien tenga ojos, que vea.

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