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Opinión

Dina Boluarte defiende al ministro del Interior

Es incapaz de escuchar la demanda de la población que quiere seguridad ciudadana y que reconoce el fracaso del titular del Mininter.

larepublica.pe
EDITORIAL

La persistencia en el error de la presidenta Dina Boluarte podría entrar en la antología del absurdo correspondiente al 2024. Sus frases de alabanza a un ministro que concita el más franco repudio ciudadano, como es el titular del Mininter, Juan José Santiváñez, ya resultan la cereza en el pastel, pero no son la única muestra de su indolencia total y displicencia ante la verdad. En especial, al despreciar el reclamo de gremios como el de los transportistas o los griferos, o aquellos que han sido amenazados o directamente víctimas de todo tipo de acciones criminales. Es de sentido común que la situación de la inseguridad ciudadana ha empeorado bajo la administración de Santiváñez, quien además ha desmantelado, a pedido, el Eficoop y la Diviac, que eran herramientas de gran utilidad para la lucha contra la corrupción en el poder. Ha ejecutado sin chistar la venganza contra los coroneles Harvey Colchado y Walter Lozano, y contra todo el equipo de la PNP que participó por órdenes del juez en el descerraje y allanamiento de la vivienda de la mandataria.

También es símbolo de su incapacidad para leer correctamente la coyuntura ese impromptu sobre las encuestas. “Pónganme cero”, ha dicho; o esa, denuncia no sustentada contra las empresas que miden opinión pública, al asegurar que alguna de ellas le pidió dinero para alterar las pobres cifras de su popularidad.

Hay que ser bastante ingenuo para creer que ese episodio fue real. Primero, porque las encuestadoras serias protegen su prestigio, ya que la credibilidad de sus resultados constituye la base del negocio. Y si hay un tema en común entre ellas, es que todas registran el 3% de respaldo que recibe la mandataria. Finalmente, solo basta revisar las reacciones de Dina Boluarte ante la concreta interrogante sobre el origen de los Rolex que lució en actividades públicas: los compré con mi trabajo, son herencia familiar, son de fantasía, hasta terminar por admitir que fueron una suerte de donación o préstamo de su wayki. Múltiples respuestas reñidas con la verdad para salir como sea del paso.