Miguel Ángel Torres, fujimorista y presidente de la Comisión de Constitución, le dijo hace poco a Fernando Vivas en El Comercio que su padre cuestionó el zarpazo del 5 de abril. “Que fue uno de los fujimoristas que estuvieron en desacuerdo”. Sic. Y claro. Para quienes tenemos memoria y conocimos a Carlos Torres y Torres Lara, otro es el recuerdo que tenemos del desaparecido político. Tenía buenas maneras, es verdad. Pero ello nunca le quitó su actitud complaciente y cómplice ante todos los crímenes perpetrados por el fujimorismo. Porque a ver. Si el tal Miguel Ángel Torres quiere hacer ver a su progenitor como el más pegado al Derecho del rebaño de golpistas, pues se equivocó de Carlos. Quizás se confundió y se refirió sin querer a Carlos Ferrero Costa, quien, por ejemplo, en el Caso La Cantuta, desde su fujimorismo militante defendió el fuero civil para juzgar a los asesinos del profesor y los nueve estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle. Porque el caso La Cantuta nunca se trató de un delito de función, como nos quiso hacer creer el entonces ministro de Defensa, Víctor Malca. No recuerdo a Carlos Torres y Torres Lara alineándose en la posición principista de Ferrero. Ni tampoco lo recuerdo protestando cuando el general Nicolás Hermoza Ríos decidió sacar los tanques a las calles limeñas durante dos días para presionar al Parlamento, profiriendo además insolencias inaceptables como aquella de que no iba a tolerar la investigación del Congreso, entre otras idioteces. Tampoco lo oí criticar la decisión de la Sala Penal de la Corte Suprema de aplicar la ley con nombre propio que esbozó el fujimorismo para derivar dicho caso al fuero privativo militar, acatando así una ley claramente inconstitucional. Con efecto retroactivo, interfiriendo burdamente en una causa pendiente en el Poder Judicial y yendo contra la mínima transparencia que debería tener todo proceso. Como dijo Expreso en su momento: “Si pudiéramos escoger, en toda la Constitución, tres normas que resumen qué es la democracia, esas son las que el proyecto de ley viola” (9/2/1994). No sé ustedes, pero tampoco recuerdo a Carlos Torres y Torres Lara preocupándose por la seguridad jurídica, ni por el equilibrio de poderes, ni por la independencia del Poder Judicial, ni por las violaciones a los derechos humanos, ni por la evidente intención de consagrar la impunidad de un homicidio por parte de fuerzas del Estado. Sí recuerdo que, durante la campaña para la aprobación de la Constitución de 1993, el oficialismo, donde se encontraba Torres y Torres Lara, fue enfático en subrayar que Fujimori estaba inhabilitado para ser candidato en el período 2000-2005, y que cualquier cambio en ese sentido debía tramitarse vía una reforma constitucional. Más todavía. Recuerdo nítidamente que el entonces congresista de las dos torres dijo en el año 1993 (y consta en el diario de debates del autodenominado Congreso Constituyente Democrático, o CCD): “Si quiere que sea claro, lo diré: si el presidente (Fujimori) se presentara a un proceso electoral, podría ser presidente solo una vez más, porque el actual período (es decir, 1990-95) se computaría como tal. Creo que más claro no puedo ser”, enfatizó. Y ya ven. Con todo lo que ocurrió luego, siempre con su aval y sus infantiles argucias, Carlos Torres y Torres Lara estafó al país con sus cínicas declaraciones. Porque después de su discurso, nos vimos con que una “Ley de Interpretación Auténtica” quebrantaría la Constitución aprobada por Torres y Torres Lara y sus cofrades. La leguleyada establecía a partir de qué momento se consideraba el doble período de Fujimori. ¿Desde 1990 –como sugirió en su momento Torres y Torres Lara– o desde 1995 –como terminó aprobando el mismo Torres y Torres Lara–? Y bueno. Ya saben ustedes qué fue lo que escogieron Carlos Torres y Torres Lara y los suyos. Una vez más, el fujimorismo optó por el atajo ilegal, antes que ir a un referéndum para que la ciudadanía, en ese caso, sea la que finalmente decida. Y una vez más, Torres y Torres Lara no defendió la seguridad jurídica, ni el respeto del Estado de Derecho y las instituciones, ni el balance de poderes, ni la alternancia en el poder. Entonces, y aunque no me gusta hablar mal de los muertos, no me jodan ni me vengan con que Carlos Torres y Torres Lara fue “un hombre de leyes”. Gracias a él y a su bancada, durante la década del fujimorismo, el Perú fue una república bananera.