Los más duros de la anticorrupción dan casi por sentado que la cosa terminará con Alan García, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski pasando a la socorrida prisión preventiva.,A pesar de que Papa llamó al caso Odebrecht una “anécdota chiquita” en el mar de la corrupción latinoamericana, es obvio que en el Perú este continuará siendo un epicentro político. A pesar de la opinión de Francisco, aquí todo lo de Odebrecht es una “anécdota grande”, que mantiene su capacidad de modificar radicalmente el panorama político. La aparición de algunas filtraciones nuevas, o casi nuevas, de lo que declaró Marcelo Odebrecht en su momento, el anuncio de que a fines de febrero Jorge Barata finalmente lo dirá todo, o la suspensión de la prisión preventiva de algunos directivos de empresas constructoras consorciadas, le aseguran al caso un lugar destacado en los medios, y en las guerras de acusaciones. Los más duros de la anticorrupción dan casi por sentado que la cosa terminará con Alan García, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski pasando a la socorrida prisión preventiva. Habría que preguntarse a qué tipo de objetivo de Odebrecht correspondería una denuncia con tanta potencia política, cuyas consecuencias finales todavía no son tema de debate público. Mientras se espera la aparición de más bombas sobre jefes de partidos, lo que se mantiene en el candelero estos días es la elucubración sobre las relaciones entre PPK consultor y su empresa con la constructora brasileña. La idea que acarician sus enemigos es que todavía puede aparecer el dato clave que lo acercaría de vuelta a la vacancia o a la renuncia. El escenario de vacancia presidencial se ha vuelto improbable ahora que el clima político y el conteo de votos en el Congreso han cambiado. De otra parte con el paso de los meses las declaraciones de los funcionarios brasileños han perdido parte de su impacto. Vistas en perspectiva, todas esas denuncias se han ido volviendo también un ejercicio de cautela. Los efectos más fuertes del caso Odebrecht hasta ahora han sido convertir a la corrupción en una preocupación central de la ciudadanía (al lado de la seguridad) y darle un nuevo tipo de presencia al sistema de justicia en la vida social. El día que la corrupción sea conocida en toda su extensión, Odebrecht podría terminar siendo esa “anécdota chiquita” que dice el Papa.