Su tercer mandato ha sido un tremendo mamarracho.,Luis Castañeda Lossio debería hacer lobby para que el congreso no restablezca la posibilidad de la reelección de alcaldes provinciales, con el fin de camuflar mejor su escape sin tener que pasar por el papelón de postular a un nuevo mandato que nunca conseguiría, pues su tercer paso por el municipio de Lima está siendo un tremendo mamarracho. Todo le ha ido mal a Castañeda en este mandato, que se ha convertido en una pesadilla para los limeños y, seguramente, también para él mismo, aunque sabe Dios si su ego le permite darse cuenta del desastre. Lo ocurrido ayer en la apertura del nuevo puente Bella Unión, sin haberse culminado y lleno de problemas, constituye una nueva expresión del naufragio de su gestión. Están los graves accidentes ocurridos en la capital que tuvieron un costo en vidas y que son atribuibles a una informalidad y al mal desempeño de la fiscalización, como el incendio en Las Malvinas, el volcamiento del ómnibus en el cerro San Cristóbal y hasta el fenómeno del Niño costero, donde los puentes no se le caían a Castañeda sino que ‘solo’ se le desplomaban, para no hablar del bypass escandaloso por sus fallas de Garcilaso de la Vega. En todas esas crisis, la ciudad vio con consternación a un alcalde ausente y que, cuando por fin llegaba al lugar del desastre, se convertía en una versión moderna de Poncio Pilatos, andando con una batea portátil amarrada al cinturón para lavarse las manos y atribuir responsabilidades y culpas a cualquiera que no sea él. Las encuestas están castigando con dureza una gestión tan desatinada. Según Ipsos, Castañeda cayó en julio a su punto más bajo de aprobación al llegar a solo 29%, lo cual significa una caída de ocho puntos en el último mes, en el marco de la profundización de una tendencia decreciente que ya tiene varios meses. A su vez, la desaprobación de Castañeda ascendió en julio a 66%, el pico más alto de su actual mandato que empezó en enero de 2015. Entre quienes lo desaprueban, 55% lo hace porque ‘todas sus obras son de mala calidad’; 53% porque ‘hay mucha inseguridad’; 41% por el empeoramiento del tránsito; y 37% porque ‘es corrupto’. En efecto, la transparencia de su gestión es un escándalo. Pero estos registros no solo obedecen a desgracias como las que abundan por Lima, sino al fracaso integral de una gestión sin rumbo, objetivos ni visión en todos los ámbitos de la ciudad, desde el transporte hasta la cultura, lo que ha puesto a Lima al garete.