La victoria democrática en Brasil

La condena judicial contra el expresidente ultraconservador Jair Bolsonaro debería tener trascendencia en la historia de las democracias latinoamericanas. 

El Supremo Tribunal Federal de Brasil confirmó la sentencia condenatoria contra el exmandatario Jair Bolsonaro por haber planeado un golpe de Estado tras no reconocer su derrota electoral contra Luiz Inácio Lula da Silva, actual jefe de Estado.

Vale la pena aclarar que Bolsonaro no ha sido condenado por sus ideas, como algunos quieren hacer creer. Se trata, según el fallo judicial de responsabilidades fehacientes que demuestran su intento por abolir el Estado de derecho y desconocer la voluntad popular.

De esa manera, la decisión, avalada por un tribunal plural, envía un mensaje claro: las reglas del juego democrático no se negocian ni se manipulan al capricho de quienes pierden elecciones.

Se trata, sobre todo, de la reafirmación de que las instituciones brasileñas mantienen la fuerza suficiente para resistir a la tentación autoritaria. En un continente donde el populismo y los neoconservadurismos crecen con discursos de odio, negacionismo y deslegitimación de las urnas, esta victoria democrática tiene, sin duda, proyección continental.

En la actualidad, América Latina enfrenta el ascenso de liderazgos neoconservadores que buscan legitimarse en la polarización, a partir del ataque a las minorías y la desconfianza hacia las instituciones electorales. En ese sentido, lo ocurrido en Brasil ofrece un precedente penal de resistencia democrática frente a proyectos que amenazan con sustituir el pluralismo por el autoritarismo disfrazado de nacionalismo o discursos religiosos segregacionistas.

Tan solo en los últimos seis años, Sudamérica ha sido escenario de repetidos intentos de desconocer resultados electorales legítimos. Ocurrió en Perú, con Keiko Fujimori denunciando sin pruebas un fraude en 2021; y sucedió en Venezuela, con la dictadura instaurada por Nicolás Maduro al desconocer ampliamente la victoria de Edmundo González.

Que Brasil haya puesto un límite judicial a esa deriva es un mensaje inequívoco para la región: la democracia se protege votando, pero también defendiendo con firmeza la validez de los resultados.