Los efectos de los honores rendidos a Alberto Fujimori muerto van a durar, sobre todo en la molestia de quienes pensamos que no los merece. Sin embargo le corresponden de acuerdo al protocolo establecido. Los especialistas darán opiniones sobre si Dina Boluarte se excedió en el celo, o si simplemente siguió la norma.
Mucha gente ha advertido un intento de adecentar la trayectoria de Fujimori desde Palacio, pero esto puede resultar contraproducente. Las fechorías han empezado a saltar a la luz de nuevo, más dramáticas que los logros. Hubo colas de fans, pero nada que recuerde al adiós de una multitud a Juan Velasco Alvarado, un mejor chino que este.
La TV no podía perderse la noticia, e intentó convertir todo en un acontecimiento: una delgada cola de simpatizantes, el elegante luto de la familia y sus allegados puertas adentro, el uso de los mejores escenarios del oficialismo, el éxtasis de la caoba barnizada, y mensajes que evocaban la desbocada tipografía del flashazo electoral (¡Ojo, televidente, esto es importante!).
Los fujimoristas de los medios han intentado en esta hora equiparar los méritos y las culpas. Pero las cuentas pendientes de Fujimori eran muchas, comenzando por su negativa a reconocerlas. En cuanto a méritos, no fue él quien capturó a Abimael Guzmán y su banda, y el necesario ajuste económico lo hicieron profesionales en áreas que él desconocía.
Un indulto no es un desmentido de los delitos cometidos y sancionados; menos aún cuando este ha sido por motivos humanitarios. La afirmación de que la condena a Fujimori fue una injusticia desvirtúa todo el sistema de leyes y normas cuyos formales honores ahora la familia devora con avidez. Una suerte de ley del embudo jurídica.
Así, los honores inmerecidos relanzan al llamado antifujimorismo. Los fujimoristas lo llaman odio, y la hija Keiko dice: “Eres libre de esas personas que no te perdonaron”. No es verdad. Ni olvido ni perdón de sus víctimas de diversas intensidades. ¿Por qué cree ella que perdió tantas elecciones, y perderá todavía más?
Aunque el duelo ha sido protocolar, ha servido para reforzar la imagen de una presidenta sometida a un partido del Congreso. Por lo menos se abstuvo de emitir opinión, y dejó pasar en silencio su propio futuro: ella honra las matanzas de los Fujimori, y llegado el momento ellos la liberarán de las consecuencias de las suyas. ¿Así es?
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).