En el país de las maravillas, por Javier Herrera

"El último discurso a la nación ha sido un intento infructuoso de pintar un cuadro alentador de las condiciones de vida de la población y en particular del empleo”.

Javier Herrera, profesor visitante en el departamento de economía de la PUCP.

Cuando se atraviesa situaciones críticas, se suele decir que lo último que se pierde es la esperanza. Esperanza en que las condiciones económicas mejoren, esperanza en que los problemas se solucionen pronto. El último discurso a la nación ha sido un intento infructuoso de pintar un cuadro alentador de las condiciones de vida de la población y en particular del empleo, así como de las expectativas sobre mejoras a corto plazo.

Para los hogares peruanos, la historia es otra. La ausencia de resultados significativos que por lo menos retomen los niveles prepandemia y el surgimiento de los problemas de gobernabilidad y seguridad ciudadana como principales problemas del país según los hogares, han conducido a un creciente número a considerar desfavorablemente la gestión del Gobierno central. Los datos recogidos por la ENAHO son lapidarios: tres de cada cuatro (75,4%) entrevistados la califica como mala o muy mala, en alza de 31 pts porcentuales respecto al año 2019 de prepandemia. Respecto al año 2022, un 10% más de la población (65,4% descalifica la gestión del Gobierno central.

Interrogados sobre su situación económica en 2023, casi dos tercios (64,6%) de los hogares de la capital declara apenas equilibrar sus ingresos y sus gastos, siendo la situación más crítica en el área rural (76,9%) y el resto de ciudades (69%). Para casi nueve de cada diez (8,6%) hogares la situación es aún peor pues deben gastar sus ahorros para hacer frente a sus necesidades básicas. Una proporción mayor tiene que comprometer sus ingresos futuros endeudándose (12,1%). Antes de la pandemia, en 2019, un 16,2% de los hogares percibía mejoras en su nivel de vida y un 14,3% un deterioro de las mismas. En 2023 la situación es radicalmente distinta: para tan solo un 11% mejoró mientras que para un 29,7% empeoró. A ello se suma la incertidumbre de los hogares acerca del ingreso del día al día ya que estos son muy inestables debido a la precariedad de los empleos informales urbanos y los aleas climáticos que afectan los ingresos de los hogares rurales. En las ciudades, 29,7% considera que sus ingresos son muy inestables, 10 pts más que en 2019. En el área rural los niveles se mantienen elevados en alrededor de 38%.

Más allá del deterioro de los indicadores de pobreza monetaria en 2023 (596.000 pobres adicionales), de la agudización del hambre (más de un tercio, 36,3%, de la población en déficit calórico, la disminución del consumo de proteínas animales, incremento de la anemia infantil de 42,4% a 43,1%) y la inseguridad ciudadana (el porcentaje de población víctima de un hecho delictivo pasó de 22,9% en 2022 a 27,1% en 2023), la alta desconfianza de la población en las instituciones ha dado paso a un sentimiento des desclasamiento social.

Se les pidió a los hogares entrevistados en la ENAHO situar su situación económica en una escala de 1 (la más pobres) a 10 (los más ricos). En 2023, un 60,1% se clasificó entre los 3 peldaños más pobres, 3.2 pts más que en 2019. Gracias al seguimiento de los mismos hogares entrevistados en 2022 y en 2023, podemos determinar las trayectorias ascendentes o descendentes en los niveles de pobreza/riqueza de la sociedad. Más de un tercio (35,2%) de los que se situaban en la clase media (niveles 4 a 6) en 2022, consideró haber descendido en 2023 al grupo de los hogares más pobres (niveles 1 a 3). La brecha entre las aspiraciones de mejoras en sus condiciones de vida y la realidad es un factor de frustración y es uno de los factores centrales del porqué de las revueltas sociales (*). La frustración de las aspiraciones, el sentimiento de enfrentar un horizonte cerrado, sin libertad de elegir la senda de desarrollo personal es, en gran medida, el origen de la llamada “convulsión” social, y no al revés como se ha pretendido.

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El discurso presidencial con un triunfalismo desmedido se jactó del incremento del número de ocupados y del empleo formal. Se citaron resultados truncados, como, por ejemplo, el que “la población ocupada de Lima metropolitana se incrementó en 4,7% en relación a similar trimestre del 2023, lo que equivale a 245.000 personas”. También se dijo que “en mayo 2024, el empleo formal total a nivel nacional aumentó 2,1%, con lo cual se añadieron 121.000 puestos de trabajo respecto a mayo del 2023”.

Al respecto caben varias acotaciones. En primer lugar, ello corresponde a una mirada centralista, desde la capital y hacia la capital. Un examen de las cifras preliminares de la Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN), muestra que la situación es mucho menos halagüeña en el resto de ciudades en donde, en el periodo mencionado, el número de ocupados cayó en -179.542, es decir un -2,1% mientras que en el ámbito rural la situación fue aún peor pues el número de ocupados disminuyó en -130.646 (-3,8%) en abril-junio 2024 respecto al mismo trimestre en 2023. A nivel nacional, se reduce la ocupación en -64.301 trabajadores (-0,4%).

Respecto al incremento del empleo formal, este también fue menor al anunciado. Existen dos tipos de fuentes de información de empleo formal: una administrativa (la planilla electrónica) y la otra de encuesta estadística (la EPEN). Según la EPEN, en el trimestre abril-junio 2024, respecto al mismo trimestre en 2023, el empleo formal a nivel nacional creció en tan solo 66.252 (+1,3%) por debajo del 2,1% anunciado en el discurso presidencial. En la capital lo hizo en 120.152 (+5,3%) pero en el resto de ciudades cayó en -25.341 (-1,0%) y el área rural la caída fue de -28.559 trabajadores (-14,4%). En suma, el crecimiento del empleo formal se concentró exclusivamente en la capital mientras que retrocedió en el resto del país. Según datos de la planilla electrónica, el incremento también fue menor al anunciado: +1.9% o de 108.296 pero sobretodo, el empleo formal privado creció en solo 1.4% mientras que el público lo hace en 3,1%. Las cifras disponibles para junio 2024 sugieren una desaceleración, pues el empleo formal total (+1,5), privado (+1,1%) y público (+2,5%) creció a menor ritmo que en el mismo mes de 2023.

L a tasa de desempleo aumentó en cada uno de los dos primeros trimestres de este año respecto a trimestres similares de 2023. El 6,8% de la PEA urbana se encuentra desempleada en el trimestre abril-junio 2024, 0.5 pts por encima del nivel en 2023. Ante una situación de marasmo económico y falta de oportunidades, muchas personas sin empleo dejan de buscar porque simplemente sienten que tienen muy pocas probabilidades de encontrar un empleo. A ellos se les denomina los trabajadores “desalentados”. Incluyendo esta categoría dentro de los desempleados, la tasa de desempleo urbano sería de 8,7% en el trimestre abril-junio 2024. La insatisfacción con el empleo lleva a muchos ocupados a buscar un empleo secundario (12,3%) o querer cambiar de empleo (11%), compitiendo así con los que no tienen y buscan uno activamente. Sumando a los desocupados que buscan un empleo con los ocupados que buscan otro empleo, tenemos que un 17,8% de la PEA busca un empleo. Si añadimos los desalentados a la PEA y a los desempleados, entonces el verdadero desequilibrio del mercado sería de 19,2% y no de 6,8% del indicador clásico de desempleo abierto. En total, en las ciudades del Perú tenemos casi tres millones (2.913.856) personas en búsqueda de un empleo digno. Ese es el Perú real.

(*) Ted Gurr, Why Men Rebel. Princeton, 1970.

Columnista invitado

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Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.