En la ciudad de Piura, en algún punto de nuestra historia, el tiempo se paralizó, la ciudad dejó de crecer, la modernidad se estancó y la población permitió que la desidia tome el control de -casi- todas sus decisiones, sobre todo las electorales. En esas ruinas de lo que pudo ser pero nunca fue es que nos encontramos ahora. Y en esta historia, como en todas las historias, hay gente que sigue luchando -desde la trinchera que le toque- por sacar a Piura del abandono, pero hay muchas más que se coluden con autoridades, funcionarios y políticos para mantener el statu quo y el “puestito laboral”. Para esa gente, todo es tan conveniente y sombrío que permiten que el mejoramiento integral de un parque pasé de 3 millones a casi 15 millones, incluyendo un ecocidio masivo y la destrucción de cerca de cien especies arbóreas en una ciudad que se calcina en los meses de verano.
Pero en la ciudad de la eterna arbitrariedad todo es posible, y al alcalde Gabriel Madrid, fiel a ese accionar ramplón, lo único que pareciera importarle es gastar desaforadamente todo lo que puede en proyectos tan insustanciales, absurdos y agrestes con el ambiente como un parque de aguas, construido en una ciudad sin pistas y sumida en la informalidad y el caos. Sumado a esto, informó el portal Norte Sostenible, la Contraloría General de la República ha emitido un nuevo informe de control, observando el uso de material inadecuado en la construcción de muros y columnas, pudiendo afectar la calidad y vida útil de la obra. Asimismo, precisa que una total falta de supervisión en la temperatura de los materiales para la elaboración del concreto pondría en riesgo la durabilidad de las estructuras por posibles fisuras.
Mientras todo esto ocurre, el GoRe Piura informa sobre la recuperación de las pistas del centro de la ciudad, noticia no solo reconfortante sino también esperanzadora. Probablemente si la ejecución hubiera caído en manos municipales, Piura terminaba en ruinas, pero con monumentos extravagantes -acordes al colosal ego y descomunal incapacidad de la actual gestión edil. Por lo pronto, con esos chispazos que denotan poca planificación y mucha desesperación, han decidido dejar a Piura libre de las tranqueras que impedían que la inseguridad ciudadana termine de sitiar la ciudad. Ni siquiera se han tomado el trabajo de buscar soluciones previas a una problemática que debería tratarse desde el punto de vista social y no solo legal. Una solución podría ser que los cuadrúmanos de fiscalización municipal empiecen por liberar el centro de la ciudad de la informalidad y de los sujetos que la han parcelado como estacionamiento de motos. O mejor aún, repotenciar el servicio de Serenazgo para que esas urbanizaciones que están dejando totalmente inseguras -y de las que se sienten absurdamente orgullosos, burlándose de los vecinos afectados en redes sociales- puedan continuar viviendo en paz y no expuestos a la delincuencia común, que en consecuencia termina siendo el resultado de la delincuencia de saco y corbata que nos gobierna en todos los niveles. A imagen y semejanza.
Piurano, Comunicador Social y Administrador. Fui periodista más de un lustro y desde hace una década trabajo en Relaciones Comunitarias, pero siento que entre ambas profesiones existe una similitud: la sensibilidad social. Me gusta leer y escribir, tengo cuentos sin publicar y una novela a mitad de camino por falta de inspiración y valentía.