No pasaba nada con el suicidio de Alan García, todo parecía resuelto. La culpa del líder no demostrada, pero establecida más o menos a medias. La versión estándar era que el susto frente a la justicia y la cárcel lo llevó a quitarse la vida. Una versión con algo de sangriento corrido mexicano.
En medio de toda esa relativa calma apareció el deseo de una investigación, o más bien de varias: fiscales, periodistas, congresistas. Muy pocos pensaron que eso llevaría a alguna parte. Más bien el incidente se estaba deshilachando en fábulas como la de la supervivencia de Elvis Presley.
Y ahora ha aparecido el empresario textil y exfuncionario de Petroperu Miguel Atala para declarar que ha entregado US$1,3 millones a García, pitufeados desde una cuenta offshore en Andorra. Lo que acaba de hacerse es presentar una pistola humeante de la corrupción. ¿Cuál sería el sentido de eso?
La impresión que da es que alguien no quiere investigación del suicidio. Es decir investigación del grupo de fiscales que tenía el caso de García. El exabrupto acusatorio de Atala podría ser una forma de pasar rápidamente la página de lo sucedido hace cinco años. ¿Qué quiero decir con esto?
Más o menos que la irrupción de Atala puede funcionar como una suerte de antiinvestigación. Atala, hasta donde sabemos, no tiene pruebas de su labor de mensajero. Lo que tiene es un verbo rotundo: García sí recibió dinero, y yo se lo di. Lo que comienza allí es la investigación al propio Atala, y su exabrupto, claro.
El perfeccionamiento del suicidio como instrumento político ocurre cuando una encuesta Ipsos sugiere que al Apra le podrían estar esperando mejores tiempos. Renovación Popular piensa que hurgar el suicidio podría beneficiarlos, y quizás tienen razón al darle coba a una derecha no fujimorista.
En todos estos años el banco de Andorra no ha dicho casi nada. ¿De quién era la cuenta? No hay una relación de movimientos. ¿Cómo viajó toda esa plata? Atala ha asumido el papel de garante de la culpabilidad de García, y no va a ser el último de los acusadores en esta historia. Pero es el primer mensajero-acusador del caso. ¿Cuánto le debe García de su desesperado desenlace?
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).