La película “La piel más temida” ha reforzado posiciones absolutistas y la politización y manipulación de términos en función, otra vez, a la encarnizada polarización. Pensamiento dicotómico (o estás conmigo o estás contra mí), que afecta tanto el debate público como los ejercicios de memoria que tanto los registros oficiales, la Comisión de la verdad, museos, literatura, cine, arte en general, esta película misma, nos proponen para sanar del dolor y, sobre todo, que no se repitan pasajes tan oscuros de nuestra historia- como el terrorismo- y no reincidir, tampoco, en aquellas condiciones que los generaron.
Por cierto, algunos congresistas, como la fujimorista Rosa Angela Barbarán, ya se han dirigido al Ministerio de Cultura “trasladándoles la preocupación de miles de peruanos por el tipo de películas financiadas por el Estado que estarían distorsionando términos y lo que significó el terrorismo en el Perú”. Sí, Barbarán representa a miles de peruanos que piensa como ella, pero Joel Calero, el director de la película, también representa a otros tantos que piensan como él. Es decir, quieren profundizar en lo que pasó escuchando, no borrando, todas las voces y condenar lo que haya que condenar. Propongo las siguientes reflexiones para quebrar la rigidez de pensamiento que nos abruma.
Yo pienso que ambos condenan el terrorismo, partamos de ese punto. Barbarán por convicción, también como consigna y marca de su partido acostumbrado a terruquear hasta Dina Boluarte. (¿se acuerdan en campaña?) Terruquear es su capital político, porque durante el gobierno de Fujimori se derrotó militarmente al terrorismo y le sacan el jugo a ese logro de timing naranja incuestionable. Calero, por su parte, también lo condena por convicción, pero tiene otra consigna: que miremos el abismo completo, que le pongamos luz a toda la oscuridad, no solo a una parte. Cuando uno explora el rol de las FFAA no relativiza nada, pues no se puede relativizar aquello que se muestra con la crudeza de su completitud, incluyéndolas, más no equiparándolas. ¿Es acaso llamar a un personaje “terrorista”, en el tiempo y forma que Barbarán requiera, más eficiente para condenar el terrorismo, que revelar la oscuridad e incoherencias en el alma del personaje?.
Desde mi lugar veo cómo, con frecuencia, la política prostituye la terminología jurídica y manipula los significados. Después de haber leído he investigado, les puedo asegurar que reconocer la existencia de conflicto armado interno no da ningún tipo de reconocimiento a los terroristas, mucho menos como beligerantes.
El término, de acuerdo al derecho internacional público, y no a lo que uno u otro piensa o cree, no es excluyente ni contradictorio con el terrorismo. Esto es, bien puede existir terrorismo en medio de un conflicto armado interno, tal cual ocurrió en el Perú. El uso indebido del lenguaje técnico del derecho puede acarrear diferentes consecuencias en el ámbito de la responsabilidad jurídica penal, como, por ejemplo, la actuación de las FFAA, pues si no se declara conflicto armado interno, solo podría actuar la policía.
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El reconocimiento de la existencia de conflicto armado interno, por virtud del Protocolo II de Ginebra no modifica el estatuto jurídico de las partes en conflicto y le da ventajas al estado para combatir a la subversión. Por tanto, no debe existir la preocupación de que se favorezca a los grupos armados al margen de la ley, de manera que en caso de ser capturados pueden perfectamente ser juzgados por terrorismo, en función a la legislación interna.
Siendo sus penas, en el derecho comparado, incluso mucho mayores que la del delito de terrorismo que no se cometen dentro de un conflicto armado interno. Por ejemplo, al margen del plano ideológico del senderismo cuya ideología quiere capturar al Estado, ¿qué diferencia que un extorsionador te deje una granada o un arreglo floral en la puerta de tu casa con que un senderista te deje una granada o un arreglo floral en la puerta de tu casa? Precisamente, la existencia de un Conflicto Armado Interno, en el segundo de los casos.
Justamente por eso es que el presidente de Ecuador acaba de recurrir a esta figura para combatir el crimen organizado, que puede ser tan letal y terrorífico como los grupos terroristas. Sin embargo, tampoco es necesario que sea al gobierno o el ejecutivo el que deba declarar su existencia, puesto que se trata de normas internacionales, de las cuales se predica su aplicación automática. Requisitos, de acuerdo al Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra,: que el conflicto tenga lugar en el territorio del Estado, que se den hostilidades sostenidas entre las fuerzas regulares del Estado y las fuerzas irregulares, que la disidencia tenga cierta organización jerárquica y una cadena de mando. Yo zanjaría la discusión diciendo que el Conflicto Armado Interno fue entre Terroristas contra la población civil y a las fuerzas del orden.
Reconocer abusos y atentados contra los DDHH por parte de las Fuerzas Armadas no es negar el terrorismo. Nadie obliga a los mandos militares a ser militares y a poner el pecho cuando las papas queman, fue su elección. Lo cual no nos exime a la población de GRAN agradecimiento cuando cumplen sus funciones, más aún si, cuando llegó Sendero y estábamos muertos de miedo, fue a ellos, a los uniformados, a quienes les pedimos ayuda CON EL RABO ENTRE LAS PIERNAS. Esta circunstancia, que reconocemos, no los reviste de inmunidad. No deja de ser una barbaridad condenable que se asesinen niños y personas inocentes, adultos, mujeres, ancianos o que violen mujeres en masa porque tales delitos se hayan cometido representando al Estado en su lucha contra el terrorismo.
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Esta discusión ya se dio en otros países. En Argentina, por ejemplo, se instaló el relato de “los dos demonios”, que pretendía homologar las acciones terroristas de los subversivos con los excesos de la oficialidad. Un estado puede ser “terrorista”, pues, claro, en tanto puede cometer acciones terroristas, sea de derecha o izquierda el dictador que esté en el poder, aunque el derecho internacional no arroja definiciones claras en la materia y suelen poner como frontera los DDHH.
Lo cierto es que en el Perú fueron los senderistas los que empezaron a ejecutar acciones terroristas, ellos empezaron LA GUERRA. SE RESPALDARON EN EL DOGMA DE SU MALDITA LUCHA ARMADA, ATERRORIZANDO Y ARRUINANDO AL PAÍS. NOS TRAUMATIZÓ. ES EN ESTE PUNTO DONDE, PROPONGO , establecer, como acuerdo mínimo, una diferencia crucial que rompe la homologación que pretende uno de los extremos en esta discusión. Sí, Sendero fue mucho peor, más letal y sanguinario que las fuerzas armadas. El enemigo de todos. INDISCUTIBLE. Así, además, lo establece la TAN ATACADA Comisión de la Verdad.
Sin embargo, las Fuerzas Armadas, en ciertos casos, sí cometieron acciones tan terroríficas como las terroristas y reconocerlo no convierte al que lo hace en su enemigo, NI, EN MODO ALGUNO, ESTÁ DEL LADO DE SENDERO, JAMÁS. Reconocer el terror que también infringieron a la población las FFAA, no quiere decir QUE SE RELATIVICE la atrocidad de Sendero Luminoso. Lo que pasa, no nos engañemos, es que ES bien fácil descalificar la otredad llamándola “terruca”, A LA MALA. No obstante, sí hay personas que romantizan, justifican el terrorismo de Sendero Luminoso Y NO DENOSTAN DEL PENSAMIENTO GONZALO, a esos hay que combatir, no a un director de cine que, como en su momento lo hicieron Lombardi, Arguedas, Vargas Llosa, Roncagliolo, entre muchos otros autores, solo trata de hacernos pensar. El terrorismo, lamentablemente, no se puede aniquilar, anatematizar, aunque lo merezca, EXISTE EN EL MUNDO. La mejor manera de enfrentarlo es pensando y conociendo, conociéndolo, no dejando de pensar, AUNQUE DUELA
René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.