Las próximas elecciones generales previstas para 2026 están tomando un rumbo que sugiere un fraude electoral de proporciones alarmantes que profundizará la grave crisis política que atraviesa el Perú. Decenas de partidos y miles de candidatos se preparan para competir por escaños en el Congreso, mientras que numerosos aspirantes tienen la mira puesta en la presidencia de la República.
Todos sabemos que los políticos son objeto de repudio generalizado, el sistema está deslegitimado y las reglas electorales son decididas arbitrariamente por la Presidenta Dina Boluarte, el Congreso y las mafias allí enquistadas, ampliamente rechazados por más del 90% de la población.
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Bajo el autoritarismo electoral impuesto por poderes deshonestos y desprestigiados se intenta guiar al pueblo como ganado hacia un proceso donde la voluntad popular pretende ser manipulada. El objetivo es quedarse en el poder y seguir gobernando.
En este escenario la influencia de los medios de comunicación, la proliferación de noticias falsas en las redes sociales y su ascendente dominio, las emociones y los espectáculos artísticos se entrelazan para moldear la opinión pública. Es el terreno donde las mafias van a aliarse y gastar millones de dólares para permanecer en el poder.
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Las encuestadoras y los analistas locales aún emplean el paradigma clásico de categorización política, dividiendo el mapa entre derecha, centro e izquierda. Sin embargo, este enfoque no logra captar la complejidad del actual panorama, caracterizado por percepciones cambiantes y caóticas.
Otro factor de esta deriva autoritaria mafiosa radica en imponer desde el Congreso los nombramientos de los nuevos jefes y funcionarios en el JNE y la ONPE, organismos responsables de conducir el proceso electoral. La maniobra es ilegal y prepara el manejo de un fraude anticipado, todo ello bajo el manto de la actual democracia cuestionada por la mayoría del país.
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La intención de este contubernio es seguir depredando, conducir al país a su destrucción y permanecer a cualquier precio. Tampoco les importa que el actual sistema sea ampliamente repudiado por corrupto y asesino, ni ser cómplices bajo la falsa promesa de cambiarlo.
En este contexto la elección no representa una verdadera esperanza ni un camino de solución en un ambiente de ansiedad creciente, donde el 76% de los peruanos no llegan a fin de mes con sus ingresos; donde candidatos sin escrúpulos ansían llegar a tener las prebendas y los privilegios del poder, como el burro que persigue una zanahoria inalcanzable mientras jala la carreta.
A pesar de la trampa que se cocina las luchas populares avanzan poco a poco y sin pausa desde lo más profundo de la sociedad. Un acuerdo entre las fuerzas democráticas - que deben salir de su zona de confort - permitiría organizar y canalizar la protesta con la participación del pueblo para salvar al Perú de las mafias depredadoras, establecer una verdadera democracia que salve la unidad de la nación y forme un Estado que la defienda.
Publicista, periodista, me gusta participar en la creación y realización de campañas de comunicación.