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El Bukele etnocacerista, por Maritza Espinoza

"¿Cómo podría la población creer en alguna crítica a Antauro de parte de gente que ha prostituido la verdad, retorcido las leyes y demolido cualquier atisbo de institucionalidad?”.

Dejándonos de cosas, todos los miembros de la derecha bruta y achorada que se jalan los pelos, entran en shock y chillan aterrorizados cada vez que asoma el nombre de Antauro Humala en las encuestas para el 2026 tendrían que ir aceptando su responsabilidad en el asunto. ¿Responsabilidad? Sí. Y mucha. Porque son ellos, más que nadie, quienes han hecho lo imposible por blindar al cuco etnocacerista y dejarlo sin flancos débiles en una hipotética campaña presidencial.

Gracias a la miopía e insuperable torpeza de sus involuntarios espónsores —Fuerza Popular, Perú Libre, Renovación Medieval y demás hierbajos—, ya no es impensable que el menor de los Humala termine en segunda vuelta y, por si fuera poco, haga dura competencia a quien sea que entre al balotaje con él. Solo crucemos dedos por que ese candidato no sea Keiko Fujimori, pues, aunque no nos guste admitirlo, Antauro es bastante mejor político que un panetón. Y ya sabemos por experiencia, hasta un panetón le gana a Keiko.

¿Podría este Humala II llegar a ganar en una segunda vuelta? ¡Dios (que es peruano, aunque a veces no parezca) no lo quiera! Pero de que sería un hueso duro de roer no cabe duda, y señalarlo no implica la menor simpatía con el personaje, sino, muy por el contrario, indica que hay que examinar ese pavoroso escenario con objetividad y desapasionamiento para que, llegado el caso, se pueda contrarrestar con una apropiada estrategia. 

Claro que hablar de objetividad y desapasionamiento a los galifardos que demuelen día a día estabilidad jurídica del país es como pedirle glamour a Patricia Chirinos. Sin embargo, para quienes estamos del otro lado, es crucial analizar racionalmente las cosas y eso pasa por evaluar el daño que la DBA les ha hecho a las opciones democráticas y a la institucionalidad del país, hoy vulnerable ante una amenaza autoritaria como Antauro.

Y es que, con todo lo que han perpetrado en estos años —desde el 2021 en adelante, pero más aún tras el ascenso de Dina Boluarte a la presidencia—, la utraderecha local ha debilitado cualquier cuestionamiento que se le pueda hacer en una campaña electoral a un termocéfalo violentista como el Humala chico. No ya, digamos, en el plano del debate político, sino desde la propia perspectiva del potencial votante del 2026. ¿Una prueba? Repasemos algunos cuestionamientos que se le hacen, con razón, pero nula eficacia, al etnocacerista.

Uno: que es un asesino de policías

Es verdad, pero, a ojos de la gente, ese delito es igual de grave que el asesinato extrajudicial de más de medio centenar de compatriotas ordenado por este Gobierno y amañado por sus cómplices. La gente nunca olvidará que ningún líder político —ni Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga o los otros ‘minions’ que se sienten presidenciables— condenó ese crimen. ¿Con qué cara podría alguno de ellos atacar a un asesino de policías cuando avalaron el asesinato de ciudadanos desarmados? Hacerlo sería un bumerán.

Dos: que Antauro es antidemocrático

Sí. ¿Y no lo son acaso Keiko Fujimori y demás comparsas, que no han titubeado en ordenar a sus bancadas que violen la Constitución cada dos por tres? ¿No está nuestro país, por culpa de ellos, catalogado como un “régimen híbrido”, donde las instituciones se caen a pedazos? Es más, por lo menos Antauro jamás ha ocultado su vocación antidemocrática —que no espanta a un país que se siente ajeno a ese concepto por culpa de las tropelías de sus gobernantes—, mientras ellos tienen el cuajo de invocar a la democracia solo cuando les conviene. Y la gente, señores, detecta la hipocresía a una legua. 

Tres: que Antauro coquetea con el terrorismo

Bah. ¡Pero si fueron ellos los que, al terruquear a medio mundo, provocaron que la palabra “terrorista” ya no signifique nada y ya no asusta ni a una monja! De hecho, el mote se ha aplicado sin rubor a gente de impecable talante democrático, a representantes del Estado de derecho, a defensores de la institucionalidad, a tal punto que ha terminado siendo una especie de condecoración.

Entonces, neutralizados esos argumentos que, tiempo atrás, hubieran demolido cualquier candidatura, solo quedan fallas que, bien manejadas, hasta pueden terminar ganándole simpatías en algunos sectores: su temperamento descontrolado, su afición a ciertas sustancias, sus desquiciadas promesas de “mano dura”. Nada que pueda inclinar la balanza a favor de su eventual contrincante.

Por otro lado, ¿cómo podría la población creer en alguna crítica a Antauro de parte de gente que ha prostituido la verdad, retorcido las leyes y demolido cualquier atisbo de institucionalidad? Al contrario. Según todas las encuestas, más del 90% de la ciudadanía los repudia y ese repudio incluye al Gobierno, a los partidos y al Congreso entero. Y si Antauro se declara enemigo de esta gente, ya saben, “el enemigo de mi enemigo…”.

Humala II es la encarnación de todo lo que se opone al Estado de derecho. Ofrece ejecutar delincuentes y políticos corruptos, pasándose por la manga el debido proceso y los derechos humanos, algo que, para una ciudadanía peleada con la idea de la democracia, suena a música celestial. Es homófobo y misógino como el Cerrón más pintado. Es poco afecto a los organismos internacionales, exactamente como… bueh, los que ustedes ya saben. En suma, es un Bukele perucho, algo que parece será la plataforma más exitosa de la próxima campaña electoral.

Lo más irónico es que fueron ellos —la DBA en pleno— los que clamaban por un Bukele, convencidísimos de que cada uno de ellos sería la encarnación del dictadorzuelo salvadoreño. De lo que no se dieron cuenta es que, sí, en el Perú, mucha gente quiere una réplica suya para “resolver” nuestros problemas, pero a esa gente no le interesa si ese Bukele es de izquierda, de derecha, verde o amarillo. Lo único que quiere es que cace delincuentes y (¡aich!) corruptos.

De paso, no hay que ser Merlín para adivinar que, a medida que alianza mafiosa siga atacando organismos electorales (caso Salas Arenas y la inscripción del partiducho que encabezaría Antauro) y violando leyes para impedir que el etnocacerista llegue a candidatear, su imagen, a ojos de la ciudadanía, se irá “blanqueando” y acabará favorecido con el efecto teflón del que ya gozaron otros políticos a los que combatieron. ¿Remember Vizcarra?

Por todo eso, el surgimiento de Antauro en el panorama electoral es como esos chistes sobre el genio trucho que concedía deseos envenenados y que, ahora, podría volver a burlarse de la alianza mafiosa que nos gobierna. Ya lo imagino, muerto de la risa, diciéndoles: “¿Ustedes querían un Bukele? ¡Pues allí tienen su Antaukele! ¡Y no se quejen!”.

Maritza Espinoza

Choque y fuga

Periodista por la UNMSM. Se inició en 1979 como reportera, luego editora de revistas, entrevistadora y columnista. En tv, conductora de reality show y, en radio, un programa de comentarios sobre tv. Ha publicado libro de autoayuda para parejas, y otro, para adolescentes. Videocolumna política y coconduce entrevistas (Entrometidas) en LaMula.pe.