The best lack of all conviction, while the worst
Are full of passionate intensity
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores rebosan de apasionada intensidad
- W.B. Yeats-
Día tras día observamos cómo se erosiona nuestra democracia. Impotentes, asistimos al cotidiano y grotesco espectáculo de una pandilla de facinerosos mediocres, cínicos y, en su mayoría, ignorantes, haciendo trizas lo que habíamos avanzado en el siglo XXI, desde que Montesinos huyó a Venezuela y Fujimori a Japón. Parecía que habíamos inaugurado un ciclo virtuoso de crecimiento económico, equilibrio fiscal y recuperación de las instituciones que la década fujimorista había capturado y puesto a su servicio.
Bastó que la hija del dictador indultado le declarara la guerra a PPK, dirigiendo por WhatsApp a su bancada de 73 congresistas, para que el edificio se pusiera a tambalear. El tiro de gracia vino con la elección de Pedro Castillo. Los sectores privilegiados se apresuraron a sacar sus capitales y ponerlos a buen recaudo, temiendo haber caído en las garras del comunismo. La perdedora consuetudinaria no resistió la afrenta narcisista de una nueva derrota, pero esta vez contra un candidato tan desconocido como limitado. ¡Fraude!, gritó a los cuatro vientos, y los poderes fácticos lanzaron a los más encopetados estudios de abogados del país a comprobarlo. Me consta que muchos de ellos sabían que el fraude era una patraña, pero Pecunia non olet (el dinero no huele).
En Lima, mucha gente se compró ese relato conveniente, pese a que jamás los ilustres sabuesos hallaron una sola evidencia que lo respalde. El miedo fue más poderoso que la razón, entre quienes sintieron sus privilegios amenazados, fueran enormes o pequeños. Tal es la fuerza de la ideología, cuando se alía con nuestras pasiones inconfesables. Muchas personas respetuosas de la ley engulleron esa narrativa funcional a sus miedos atávicos.
Castillo no era ni por asomo un revolucionario. Fue apenas un ladronzuelo confundido hasta el final, cuando logró la proeza inédita de convertir un golpe de Estado en un sainete insulso. La monserga de que “no lo dejaron gobernar” se estrella contra su flagrante incapacidad de hacerlo. Si lo hubieran dejado, el resultado habría sido similar o acaso peor. Lo que Castillo pretendía es que lo dejaran robar, pues ahora era el turno de los de abajo.
Nuestra falta de reacción está permitiendo que las mafias representadas en el Congreso actúen con una impunidad cada vez más desembozada. Estos días hemos visto a un congresista defender a su colega mochasueldos con el argumento, por así decirlo, de que a ninguno de sus demás colegas mochasueldos –una docena– los han sancionado.
Impecable demostración de su lógica mafiosa. La congresista Rosángela Barbarán dijo en ese circo de payasos sin gracia que su colega Susel Paredes había osado decir que los hombres del Hemiciclo tienen el pene chico. Al observar el video con las declaraciones de Paredes, se advierte que estaba recurriendo a una figura retórica. Para demostrar lo inaceptable de que un congresista se haya referido a los senos de sus colegas mujeres, afirmó que sería “como si” ella se refiriera a los penes de sus colegas hombres diciendo que eran chicos.
No hay manera de saber si Barbarán tiene problemas de comprensión gramatical o su cinismo es tal que distorsiona lo dicho por Susel Paredes, anulando el contexto metafórico, para colocarla al mismo nivel que su colega el inspector Beteta. Mientras nos distraen con estas funciones bochornosas, capturan la Junta Nacional de Justicia, invalidando a dos de sus miembros, haciendo gala de su absoluto desprecio por la ley o el simple sentido común.
Poco a poco van cercando el espacio democrático, hasta reducirlo a la exigua expresión que vemos (quienes quieran ver). Su plan es tan burdo como, hasta ahora, indetenible. Si tenemos el control de las instituciones encargadas de justicia y procesos electorales, podemos hacer elegir a quien nos parezca. No es difícil imaginar quién podría ser esa persona, la que siempre pierde las elecciones cuando se dan en condiciones normales.
El epígrafe de este artículo es del poema ‘The Second Coming’ (‘La Segunda Venida’), publicado hace más de cien años. Su vigencia salta a la vista. En el mismo poema, Yeats constata: “Todo se desmorona; el centro no puede sostenerse.” En el año 2005, la intelectual estadounidense Camille Paglia comenta estos versos proféticos (fueron escritos apenas terminada la Primera Guerra Mundial): “Estas famosas líneas son la angustiada formulación de Yeats de lo que parece ser un eterno principio de la política. Cuando ‘el centro no puede sostenerse’ no es posible el consenso ni el compromiso. El debate público se desplaza hacia los extremos o es capturado por la violencia, que bloquea el movimiento hacia la reciprocidad y la conciliación. Los puntos de vista moderados son ‘ahogados’ (como si fuera una marea sangrienta) en partidarismos y fanatismos estridentes”.
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Acabo de ver en X (antes Twitter) un video, colgado por los perpetradores, en donde un grupo de personas acosa en la calle a Rosa María Palacios. La periodista está saliendo con sus compras de un supermercado, cuando esta caterva comienza a insultarla y amenazarla, a plena luz del día y en un lugar muy concurrido de Miraflores, sin que nadie se interponga. Todo indica que esas personas integran ‘La Pestilencia’. Hace meses que hostigan a Palacios, sin que ninguna autoridad los estorbe. Esto se explica porque son esbirros de Fuerza Popular y Renovación Popular, el partido de López Aliaga y el alcalde Canales, a quien se busca revocar en Miraflores.
Esta es la más patente demostración de lo que dicen Yeats y Paglia. Si el centro se derrumba, los extremos ocupan el vacío de poder, con su estridente fanatismo. ¿Alguien dijo fascismo? No se si sería exacto, pero es en lo que a mí me hace pensar. Pequeñas hordas de exaltados (algunos asalariados pero otros convencidos de su derecho a violentar a quien piensa distinto a ellos), vociferando disparates como “¡defensora de terroristas y delincuentes!”. Si las autoridades siguen fomentando estos abusos, se incrementarán, obvio. Freud decía que la civilización se fundó el día que en vez de una piedra, alguien arrojó un insulto. Cierto. Pero también trabaja en sentido contrario. Cuando la democracia se deteriora, de los insultos impunes se pasa a la violencia física. Después irrumpe la “marea sangrienta” de Yeats.
El poema ‘La Segunda Venida’ tiene un trasfondo cristiano. Sin embargo, el poeta irlandés no alude al retorno de Cristo. Más bien se pregunta qué “rough beast” (bestia hirsuta) se arrastra hacia Belén. Todas las alertas rojas están encendidas. Si seguimos sojuzgados por esta pasividad aburrida y somnolienta, seremos cómplices de la llegada de la bestia. Pero no nos engañemos: no nos agradecerá esa falta de reflejos. Por el contrario, tomará nota de nuestra debilidad y arrasará con todo lo que no se someta a sus designios tanáticos. Si esto les suena apocalíptico o distópico, échenle una mirada a la historia del mundo. Luego observen lo que está ocurriendo hoy.
Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".