El gran compositor peruano Miguel Paz sabrá perdonarme esta paráfrasis de su maravilloso vals ‘Desdén’. Su letra dice: “Los afectos son leyes que gobiernan y mandan”. Tal como Paz, Freud descubrió que los mandatos pulsionales, ese concepto limítrofe entre lo somático y lo psíquico, entre el cuerpo y la mente, no se podían ignorar. Sus destinos, explicó, podían ser diversos. Pero cualquier intento de ignorarlas estaba destinado a la irrupción de la patología. En el mejor de los casos, se accede a la sublimación. La ley, por ejemplo, es una manera de civilizar las urgencias pulsionales, eróticas o tanáticas, poniéndolas al servicio de las mayorías y evitando la debacle, el abuso, la dominación o, en casos extremos, la destrucción.
Freud sabía, por haberlo vivido en persona durante la Primera Guerra Mundial, así como haber presenciado el ascenso del movimiento Nacional Socialista, que esa opción final muchas veces era inevitable. De ahí que dedicara varios de sus escritos a analizar la problemática de la guerra. Más aún, tuvo que huir de Viena ocupada por los nazis y refugiarse en Londres. Esto sucedía en 1938, cuando era un hombre viejo y enfermo de cáncer, por lo que aceptó a regañadientes que la princesa Marie Bonaparte organizara su salida y dejara la ciudad en la que había vivido la mayor parte de su vida, y en la cual había escrito casi todos sus textos clásicos sobre el descubrimiento del psicoanálisis.
Estamos en el año 2024 y asistimos al espectáculo doloroso de pulsiones desenfrenadas a todo nivel. Comencemos con los audios del expremier Alberto Otárola. Estos fueron difundidos por el programa ‘Panorama’, con la joven Yaziré Pinedo (25), y ocasionaron, como se sabe, la caída del que hasta entonces era considerado el verdadero mandamás del régimen. Muchos hemos observado que lo que no se logró al denunciar el asesinato de medio centenar de personas, en las protestas de diciembre del 2022 a enero del 2023, perpetrados por la Policía y el Ejército, lo consiguió un diálogo patético. Este punto es importante. Para las élites clasistas y racistas, las muertes de los considerados insignificantes eran un costo necesario para “pacificar” al país. Lo cierto es que lograron infundir un miedo paralizante, más aún cuando muchos de esos muertos no participaban en las manifestaciones. El mensaje logró su cometido. Si te metes con nuestros intereses, la pena es de muerte y sin proceso judicial de por medio.
Lo que no logró la pulsión tanática llegó vía la erótica. El poderoso Otárola debe haber sentido que ahora era intocable. No es, por supuesto, el primero al que esto le sucede. Desde Bill Clinton hasta Donald Trump, por citar a la primera potencia mundial, el listado de los líderes que sucumben a esa peligrosa combinación entre la omnipotencia y el deseo es interminable. La mayoría de los comentaristas han distinguido la cuestión pública de la privada. Lo que Otárola haga por su cuenta, es asunto suyo, subrayaron. En cambio, si utiliza las arcas del Estado para sus intentos de seducción, ofreciendo encargos públicos a personas por las que se siente atraído, esto configura un delito.
Cierto, claro está. Pero lo que esto soslaya es el acoso al que somete a esta y, según parece, otras jóvenes para obtener favores sexuales. A quienes sorprenda el lenguaje ramplón de un político de los más elaborados en el actual elenco debo señalar que la pulsión primaria no suele expresarse mediante versos endecasílabos. Lo usual es lo que se escucha en los audios. Recuerden lo citado más arriba: la pulsión se sitúa en el límite entre lo somático y lo psíquico. De ahí que, en la locura privada de nuestras relaciones íntimas, se suela recurrir desde groserías hasta gruñidos y gemidos primitivos.
Dejar el acoso fuera de la ecuación es hacerle un flaco favor a la causa de la emancipación femenina. Ese tipo de abuso es muy extendido en relaciones de poder, en las cuales los hombres se sienten en posición de dominio y muchos no se privan de ejercerla. Aunque en el audio difundido con la joven Pinedo se escuche al ex primer ministro colocarse en una actitud suplicante, el poder está implícito. Para que no queden dudas, le insiste en que le envíe su currículum, sin documentar. Si la señorita Pinedo tenía otros intereses, carece de importancia. El acoso sexual y el abuso de poder son manifiestos.
La filósofa Martha Nussbaum denomina a este tipo de situaciones, en las que media una gran asimetría, ciudadelas de la soberbia. Más aún, ese es el título del libro que dedica a analizar estas situaciones (Citadelles of pride), así como las razones por las que muchas veces caen en desgracia estos perpetradores. En esencia, su tesis es que esto sucede cuando ya no son funcionales a los intereses de una industria (ella estudia casos famosos como los de Plácido Domingo o James Levine), o bien un régimen político, como acabamos de ver. De ahí que la tesis de un complot urdido por el hermano de la presidenta no sea descabellada. Pero eso no cambia la gravedad del acoso y el abuso de poder, así como el soborno mediante el erario público.
No puedo concluir este artículo sin referirme al dramático abuso que estamos viendo, en el cual el Congreso, torciendo la Constitución a su antojo, está logrando su anunciado objetivo: controlar la Junta Nacional de Justicia. La manera violenta, con patente desprecio por la ley, mediante la cual lo están consiguiendo, configura un escenario cada día más sombrío. Paradójicamente, el bajo nivel intelectual de la mayoría de los integrantes del Legislativo les resulta funcional. El congresista Muñante dice en X (antes Twitter): “Mis principios no los negocio jamás”. La pregunta ineludible es ¿se puede negociar lo que no se tiene? En psicoanálisis hasta los estudiantes de primer año saben que quienes anuncian ser principistas, o niegan la corrupción, están en pleno proceso de negación o desmentida. Los principistas y probos, los cojudignos para entendernos, jamás lo pregonan.
El descaro con el que ultrajan las leyes indica a las claras a quiénes nos enfrentamos. Nada de esto es nuevo. Fujimori y Montesinos cayeron en el mismo delirio omnipotente. No hablaron de la “hermenéutica”, como repiten ahora los golpistas y mafiosos, pero sí de “interpretación auténtica”. La historiadora Carmen Mc Evoy pidió perdón en un tuit al filósofo Gadamer, uno de los grandes pensadores de la hermenéutica contemporánea, por este abuso grosero del concepto. Cito al DRAE, que a su vez cita a Gadamer: “Teoría de la verdad y el método que expresa la universalidad del método interpretativo desde la concreta y personal historicidad”.
¿A esto se referirán los congresistas que pretenden justificar su avasallamiento de las instituciones para perpetuarse en el poder? Una vez más, ellos mismos se ponen en evidencia. En su desesperado intento por darle un barniz legal a su pulsión de dominio, se ponen en ridículo. El problema es que, como todos los abusivos, les tiene sin cuidado. Los matones solo se detienen cuando se asustan. Ese es nuestro desafío si queremos recuperar nuestra democracia.
Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".