Con la conmemoración de la victoria de Ayacucho en 1824, culmina el bicentenario de la independencia del Perú. Sus grandes protagonistas nos dejaron importantes legados (un Estado independiente, la República Liberal como forma de Estado y la primera generación de pensadores republicanos liberales), pero también produjeron secuelas repudiables (el caudillismo militar que, con golpes y contragolpes, produjo 53 gobiernos, 10 congresos y 7 constituciones entren 1821 y 1845, y la continuidad del tributo indígena, de la burocracia colonial y de la estructura económico-social feudal-colonial).
La segunda generación de republicanos y las nuevas élites liberales fracasaron en la construcción de un Estado liberal porque, a diferencia de Chile, no pudieron superar las relaciones de servidumbre ni la fragmentación de las élites (Kurtz) y no construyeron el Estado con funcionarios capaces, como México y Chile, sino que se apoyaron en el gamonalismo (Soifer). Sin un Estado en forma, sin un ejército profesional y sin una nación constituida, fuimos a la guerra con Chile por irresponsabilidad de la élite dominante y gobernante.
Con la revolución conservadora de 1895, las élites económicas y políticas organizaron la República Aristocrática (RA), constituida por una economía primario-exportadora y de enclaves y por la formación del Estado oligárquico que excluyó a las clases populares de la política, configurando una típica oligarquía competitiva (Dahl).
Con el triunfo electoral de Leguía en 1919, la RA entró en crisis y se abrieron tres rutas en una sociedad moderna: la burguesa de Leguía, la nacional popular de Haya y la del socialismo indoamericano de Mariátegui. La crisis de la RA se agravó con el crack del 29 y la recesión del 30. Cayó Leguía, ocurrieron golpes y contragolpes y en 1931 se convocó a elecciones, triunfó Sánchez Cerro, el APRA pasó a una oposición beligerante (la insurrección de Trujillo en 1932) y las FFAA se transformaron en guardianes de la oligarquía hasta 1956.
En los 50, un masivo movimiento rural y urbano democratizador desbordó y agotó al Estado oligárquico, reordenó la escena política y el Ejército se transformó en fuerza antioligárquica con el golpe de 1962. La superconvivencia de AP, PPC, APRA y la oligarquía impulsó a los sectores radicales del Ejército a tomar el poder en 1968 y realizar la Revolución Militar. El Perú de 1980 tuvo por primera vez una democracia electoral que dio origen a un fallido neoliberalismo temprano y a un populismo tardío que coexistieron con el terrorismo y generaron la crisis de los partidos y el ingreso de los outsiders (Belmont, Fujimori).
Luego del shock en 1990, Fujimori dio un autogolpe en 1992 y desbordó en corrupción; con su fuga vino un gobierno de transición y una democracia sin partidos que han sido reemplazados por pequeñas empresas políticas privadas, hoy convertidas en mafias con poder en el Congreso, someten al Ejecutivo, controlan el TC, la Defensoría y preparan el asalto al Poder Judicial. Hoy nos gobierna una coalición de mafias corruptas y autoritarias que han convertido a la República Liberal en una República mafiosa. Triste destino.
Sinesio López. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.