El diario negro, por Raúl Tola

“Ha sido un privilegio escribir en un medio que sigue apostando por el periodismo de toda la vida y me ha permitido trabajar con la más absoluta libertad”.

He perdido la cuenta de las veces que, a lo largo de los últimos 13 años, cumplí la misma rutina. Cada viernes, sin importar lo que me hubiera pasado, estuviera en Lima, Madrid o cualquier lugar del mundo (ahora mismo paso unos días en un pueblecito de Aragón, en la zona más fría de España), me senté frente a una computadora para escribir esta columna.

Comencé a hacerlo en el 2010, poco antes de la segunda vuelta que enfrentó a Keiko Fujimori con Ollanta Humala, aquella temporada feroz donde se implantaron los mecanismos de la intolerancia, mentira y polarización que, multiplicados, llegan hasta nuestros días. Por entonces acababa de salir El sueño del celta, que Vargas Llosa publicó a los pocos días de ganar el Premio Nobel y, cuando me pidieron un nombre, decidí bautizar la columna como los cuadernos donde Roger Casement anotaba aquellas ideas y recuerdos que debía mantener secretos: Los diarios negros.

En mi experiencia, son muy contadas las veces en que uno tiene la columna pensada antes de sentarse a escribirla. Lo normal es perder una buena parte del tiempo recorriendo diarios y revistas hasta encontrar esa historia que gatilla la curiosidad, despierta el entusiasmo, anima a hablar sobre ella. El siguiente reto es encontrar una idea distinta, original, ese elemento añadido que aporta cada columnista, que interpreta, explica o proyecta el tema elegido. Da igual que se trate de política, literatura, cine o una experiencia personal.

Todo esto me hace pensar que, antes que del intelecto, escribir columnas es un ejercicio de la terquedad.

El resto es un asunto de forma. Cada columna debe tener una estructura que permita administrar la información dentro de los límites del espacio asignado y estar escrita con coherencia, en un lenguaje que, si me preguntan, debe aspirar a la claridad y transparencia, sin renunciar a la elegancia. El mérito que más aprecio en un columnista es su capacidad de transmitir las ideas más complejas con la mayor sencillez posible.

Llegué a La República invitado por Gustavo Mohme, a quien quiero agradecer por estos años de amistad y complicidad periodística. Lo mismo que a Carlos Castro, Rumi Zevallos y Ernesto Carrasco, que semanalmente recibieron mis textos y, con mucha paciencia y profesionalismo, se encargaron de editarlos, limpiándolos de pifias y erratas.

La crisis que vive el periodismo se debe a las profundas transformaciones ocasionadas por la irrupción de internet, pero también a la profusión de falsos líderes de opinión que, en lugar de informar con objetividad y opinar con transparencia, han mezclado ambos conceptos, dedicándose a difundir la propaganda, la manipulación y la confusión. Ha sido un privilegio escribir en un medio que sigue apostando por el periodismo de toda la vida y me ha permitido trabajar con la más absoluta libertad, respetando escrupulosamente mis opiniones, incluso aquellas que criticaron al propio diario. Razones laborales me obligan a dejar esta columna por un tiempo que espero sea breve. Hasta pronto.

Raúl Tola

El diario negro

Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.