Durante los 9 meses de ejercicio del Gobierno, la política exterior ingresó, a partir del 7 de diciembre del 2022, en un curso de desorientación, que extravió los intereses nacionales. Todo el complejo relacional externo se redujo a buscar el reconocimiento internacional del Gobierno. Una batalla contra inexistentes molinos de viento. Innecesario, porque desde su constitución legítima, por mandato constitucional, el Gobierno se insertó plenamente en el concierto de las naciones. El reconocimiento de Gobiernos no existe en el derecho internacional ni en la práctica diplomática.
La ilusión del reconocimiento produjo situaciones que ruborizan nuestra tradición diplomática. Incluida la búsqueda de fotos de reuniones inexistentes con mandatarios extranjeros. Fue el hilo conductor de la crisis diplomática y el desprestigio de los viajes presidenciales al exterior.
En ese contexto, pudo haber sido irritante la autorización otorgada por el Congreso para que la presidenta Boluarte viaje a la cumbre de APEC. Y lo ha sido para amplios sectores de la población. Pero, desde la perspectiva de los intereses nacionales, la presencia de la jefa del Estado en San Francisco era necesaria e imprescindible. Aunque sea solo por el hecho formal de recibir la posta para que el Perú sea sede de la próxima cumbre el 2024.
La cumbre ha sido importante. Obvio. Aunque APEC ha perdido su vigor económico. Hoy es un foro cuya gravitación mundial es más política-estratégica, por congregar a los Estados Unidos, Rusia y China. De hecho, lo más trascendente de la cumbre fue el encuentro entre Biden y Xi Jinping.
Para los Estados Unidos, APEC constituye la plataforma multilateral para desplegar sus políticas estratégicas y económicas en el Asia-Pacífico. Y en lo interno un espacio económico y social que contribuya a mejorar la vida, el bienestar y el consumo de su población, especialmente las familias más vulnerables, como lo recordó con énfasis el Departamento de Estado. Para el Perú su significado es distinto. No tenemos intereses globales, estratégicos, políticos ni económicos en la zona. Es, más bien, un espacio para fortalecer nuestras relaciones económicas y políticas con los principales socios comerciales del Perú en la cuenca: China, Estados Unidos, la República de Corea y Japón. El comercio con las 12 economías del área que no son nuestros socios tradicionales es menor que el que se tiene con Bolivia y Ecuador.
Nuestro interés es nacional, antes que regional. Exportar más y captar inversiones de los grandes de la cuenca y cooperar en el ámbito multilateral y bilateral para ganar más competitividad. El Perú ocupa el último lugar en los índices de competitividad de APEC. Hay que utilizar la propia plataforma para revertir progresivamente esta situación. Pero no se han desarrollado ni planes ni estrategias en esa dirección.
La participación peruana en San Francisco mantuvo la inercia de la desorientación de la política exterior. Se dio más importancia a los eventos complementarios, antes que a las actividades centrales de la cumbre. Por primera vez en la historia hubo una reunión de ministros de Finanzas previa al encuentro de líderes. Y el Perú estuvo ausente. El ministro de Economía no formó parte de la delegación. Sí, fueron aciertos la reunión bilateral con Xi Jinping y el encuentro del canciller con Antony Blinken.
La tarea es revertir la tendencia a devaluar la política exterior que la reduce a una actividad de relaciones públicas, motivada por la obsesión de mejorar la imagen interna. Se hace además de manera muy artesanal, con resultados contraproducentes.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.