Luces apagadas, por Patricia Paniagua

“Que estos tiempos oscuros nos permitan afirmar la urgencia de hacer brillar en nuestra sociedad el faro de un proyecto común viable donde prime la justicia…”.

A la mitad de la semana que se termina un evento deportivo concitaba total atención de los hinchas y aficionados en nuestro país. Ese mismo día por la mañana, el Congreso de la República convocó una sesión plenaria cuyo único punto de agenda era el debate y votación del informe final, en mayoría, de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, que recomienda la destitución de los miembros de la Junta Nacional de Justicia.

Esta convocatoria, acordada por la Junta de Portavoces, se llevó adelante muy a pesar de la medida cautelar emitida por la Corte Superior de Justicia de Lima, que suspende provisionalmente todos los efectos de la imputación de cargos de esta comisión.

Esto hizo pensar que las fuerzas autoritarias, que cogobiernan desde el Legislativo y el Ejecutivo, estaban dispuestas al desacato de un fallo judicial, y a asumir por ello las consecuencias de tipo penal que esto acarrearía. Sin embargo, como era de esperarse, decidieron postergar sus apetitos y abonar a la debacle institucional y al enfrentamiento de poderes al apelar la medida cautelar emitida y, además, pretender desnaturalizar una sentencia del Tribunal Constitucional al solicitarle la nulidad de esta resolución judicial.

Su añoranza por la década de los 90 es irrefrenable. Su ruta de retorno es la captura y sometimiento absoluto de las instituciones al poder de turno y a sus fines subalternos, de los que todos fuimos testigos en sinfín de videos que dieron cuenta de la corrupción más escalofriante y sistémica, la defenestración de altos funcionarios, incómodos a sus apetitos de mantenerse en el poder, y, por supuesto, la toma de órganos electorales.

Sin duda, vivimos tiempos de “luces apagadas”, como las del estadio de fútbol el día miércoles. Luces apagadas en un país entero y cuyos responsables sí conocemos con nombres de agrupaciones y de sus miembros y de cuya responsabilidad y juicio de la historia no podrán eximirse.

Luces apagadas que, paradójicamente, revelan frente a nuestros ojos los problemas estructurales que arrastramos como sociedad y que están a la base y, por supuesto, son alimentados de la pavorosa degradación actual, esa que nos impide funcionar, en distintos ámbitos de nuestra convivencia social, bajo reglas de juego limpio en las que primen, por encima de todo, el bien común, el respeto del otro, la solidaridad y el afán de construir por encima de nuestras diferencias, sin dobleces ni mezquindades.

Luces apagadas que hacen que perdamos de vista lo trascendente, la vida de un joven, apagada esta semana por balas perdidas en un enfrentamiento entre denominadas “barras bravas” y las vidas apagadas o trastocadas con secuelas insuperables producto de la brutal represión del Estado en las protestas, a pocos meses de cumplir un año sin justicia.

Que estos tiempos oscuros nos permitan afirmar la urgencia de hacer brillar en nuestra sociedad el faro de un proyecto común viable donde prime la justicia, integridad, empatía y solidaridad.