(*) Profesor PUCP
Javier Milei acusa en Argentina a la “casta” de ser la responsable de todo lo trágico que ocurre en su país, pero tiene en su casta propia a más de un miembro de los ‘privilegiados’. Daniel Ortega bota de Nicaragua a todos quienes le ponen supuesta mala cara, curas incluidos; Donald Trump se hace la víctima, carga contra la razón y sus opositores, y encima candidatea otra vez.
Vladimir Putin sigue en su inmisericorde escalada bélica, Nicolás Maduro comienza a maniobrar contra los frentes electorales que quieren enfrentarlo, Giorgia Meloni crítica acremente a una jueza que autorizó la liberación de tres inmigrantes tunecinos. ¿Contra qué luchamos en el mundo actual? ¿Qué significa hoy ese viejo lema levantado por movimientos sociales diversos?
Fue el Frente de Liberación de Mozambique, en su lucha por lograr la independencia de Portugal (que llegó finalmente en 1975), el que usó por primera vez, al menos de manera masiva, ese lema tan movilizador. Que entonces significó, para África, la lucha contra el colonialismo, y luego en todo el mundo la capacidad de resistir, contra toda tormenta, los intentos de dominación.
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Hoy, sin embargo, lo usan hasta las derechas más variopintas, incluyendo las más extremas, que sienten que un nuevo mundo, que no resisten, se les viene encima. Las izquierdas biodiversas lo siguen usando, aun cuando, como hemos visto, algunos de sus representantes (o sus presuntos representantes) significan en el terreno más de ese mundo torvo, injusto y discriminador.
Las derechas más duras hablan del ‘marxismo cultural’ como una suerte de amenaza global que quiere carcomer sin piedad nuestros ‘valores’ (como si algunos de estos no necesitaran una fuerte sacudida). Y las izquierdas más anquilosadas ven fascismo por todos lados, y no reparan en que parte de su menú aún consiste en instalar un autoritarismo nada antisistema.
Se asume que hay una lucha entre ellas. Aunque, en los hechos, a veces suelen coincidir sin rubor. Por lo que parece claro que, si hay algo que resistir hoy, son esas políticas que estigmatizan, que dejan a la gente sin derechos, que niegan el sufrimiento de los ecosistemas (o lo ningunean), que no resisten crítica alguna. Que han hecho de la democracia una piltrafa.
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Esos peligrosos tics están en todos los lados del espectro político (como que hay ‘socialistas’ machotes o hasta xenófobos). Es cierto que, quienes están desde el centro hacia el lado del zurdo del espectro, son más proclives a abrirse a ese tiempo al menos más respirable para las minorías y la biósfera. Pero, en la cancha, uno ve alianzas extrañas que dicen todo lo contrario.
Miriam Makeba, la legendaria cantante sudafricana, tiene una famosa canción que se llama, precisamente, ‘La lucha continúa’, compuesta en honor a los luchadores mozambiqueños. Comienza diciendo “Mi gente, mi gente abre los ojos’. Tal vez hoy haya que abrir realmente los ojos. No solo en el terreno político sino, además, en esos territorios donde se juegan los afectos, los derechos, el respeto, la lucha contra violencia de todo cuño, o el riesgo de autodestruirnos.
Lic. en Comunicación y Mag. en Estudios Culturales. Cobertura periodística: golpe contra Hugo Chávez (2002), acuerdo de paz con las FARC (2015), funeral de Fidel Castro (2016), investidura de D. Trump (2017), entrevista al expresidente José Mujica. Prof. de Relaciones Internac. en la U. Antonio Ruiz de Montoya y Fundación Academia Diplomática. Profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Fundación Academia Diplomática.