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Monseñor Castillo y las iras de Willax, por Irma del Águila

“En el Perú, no existe consenso más amplio ni voluntad más explícita que el adelanto de elecciones (82% país, 88% en el sur, IEP)”.

Dina Boluarte recibía las palabras de monseñor Castillo en el Te Deum del 28 de julio con gesto pétreo. Razones tenía: el arzobispo exhortó a afrontar “cara a cara nuestros desaciertos y los graves males en que hemos incurrido, incluidas las muertes que esperan aún justicia y reparación”.

Castillo describió el ánimo en las calles, “muy pocas veces hemos llegado a 28 de julio en una situacion igual de incertidumbre, tensión y división política como la que hoy vivimos”. Palabras que fueron refrendadas con la brutal represión. Se vio a policías disparando bombas lacrimógenas a la altura del cuerpo de los manifestantes, aporreando a periodistas que no cometían más “falta” que cubrir la marcha. Fue el caso del cineasta y fotógrafo Kenty Aguirre, golpeado y arrestado arbitrariamente.

El prelado hizo un llamado “a la unidad para un programa mínimo común”, que permita afrontar “la situacion dramática” y a la vez “fortaleciendo y anchando la participación y la democracia en vez de restringirla”. ¿Qué es eso de unidad en torno a un “programa mínimo”? Algo que se hace poco en el Perú, acercar posiciones.

Los gremios que convocaron a las marchas se empantanan en posiciones irreductibles, sobre todo el sector castillista. En el pulseo, lo que se avanza son gestos que todavía no alcanzan para convocar masivamente a la gente.

Los gremios en otros países se fortalecen en la defensa de la voluntad popular; en el Perú, no existe consenso más amplio ni voluntad más explícita que el adelanto de elecciones (82% país, 88% en el sur, IEP). Justicia para las víctimas, asamblea constituyente se apuntalan mejor con la salida de Boluarte, ¿o no?

La CGTP, Sutep y otros gremios pierden cada día que pasa con este régimen que, en complicidad con el Congreso, favorece normas antilaborales, socava la meritocracia. Y con una recesión severa, hunde a los trabajadores en la informalidad y los aleja del gremialismo por el sálvese quien pueda.

Descartando la derecha reaccionaria y el cerronismo plegados al régimen, queda un amplio espectro de fuerzas políticas por convocar. Sí, agrupaciones políticas endebles, pero es lo que hay.

Y está la gente, harta de este régimen pero que tampoco termina de ver el norte detrás del cual aglutinarse.

Recordemos, la Transición española (1975-1979) se hizo posible cuando los enemigos del pasado hicieron lo impensable: sentarse a discutir salidas políticas. No fue fácil, Adolfo Suárez, presidente de Gobierno, era un ex alto dirigente de la falange. Los enemigos de Santiago Carrillo, del ilegalizado Partido Comunista, le achacaban no haber evitado las matanzas en Paracuellos (1936). Con todo, cerraron acuerdos.

Se entiende pues la ira de periodistas de Willax ante la invocación del arzobispo de Lima.

Enarbolar un programa mínimo es clave para las fuerzas democráticas. Que pase, de forma imperativa, por la salida de Dina Boluarte. El tiempo apremia.

Irma Del Águila

Por ahí

Socióloga y narradora. Exdirectora académica del programa “Pueblos Indígenas y Globalización” del SIT. Observadora de derechos humanos por la OEA-ONU en Haití. Observadora electoral por la OEA en Haití, veedora del Plebiscito por la Paz en Colombia. III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro por “El hombre que hablaba del cielo”.