Edwin Martínez, Diana Gonzales, Alex Paredes, Jaime Quito, María Agüero y Esdras Medina.
Son los seis congresistas actuales que representan a Arequipa.
Opóngase a ellos a los, acaso, mejores parlamentarios que tuvimos: Francisco Xavier de Luna Pizarro, Francisco de Paula González Vigil, Francisco Mostajo, Víctor Andrés Belaunde, Manuel Bustamante de la Fuente, Héctor Cornejo Chávez y Dean Valdivia.
Obviamente ningún punto de comparación. A los primeros preguntarles sobre los segundos es un imposible de conocimiento.
Dos diferencias significativas entre ambos, clarísimas: inteligencia y honor.
La calle es la prueba suficiente.
A los del primer grupo: desprecio y vejación; a los del segundo: admiración y afecto.
Hoy un Mostajo en el congreso es imposible; un Cornejo, absurdo; seguir buscando similares, una pérdida de tiempo.
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Tanto se ha degradado el poder legislativo, en especial, la representación mistiana; en el pasado un derroche de honestidad e intelectualidad. Los parlamentarios arequipeños se hacían escuchar, sus intervenciones demostraban la decencia de la política y la agudeza de las ideas.
Oponer los discursos de unos y otros no sólo es inútil, es una falta de respeto.
Y no es que Martínez y compañía sean el inicio del envilecimiento democrático de Arequipa, esto lo podemos rastrear desde inicios de la década de 1990, desde allí mediocridad empezó a instalarse en las personas que alcanzaron una curul.
Urge una mudanza completa de los cánones políticos, necesitamos, y creo que por ahí va el cambio, que por lo menos la mitad de la delegación congresal de la región, sea joven.
El año pasado fui testigo de un concurso de oratoria en una universidad privada y quedé impresionado por las convicciones y carteles democráticos de los adolescentes participantes.
Este presente tan indigno tiene que acabar.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.