Estados Unidos, uno de los contrincantes de la pugna por el poder hegemónico mundial, ha registrado un duro golpe surgido desde las entrañas de su propio territorio: la quiebra de tres entidades bancarias que han dado lugar a la caída generalizada de las acciones de ese sector en el país, la cual se ha extendido rápidamente a Europa.
Dicha crisis se hizo visible el domingo, cuando se intervinieron tres entidades bancarias: el Silicon Valley Bank —empresa que financiaba emprendimientos vinculados a tecnología—, el Silvergate Bank y el First Republic Bank. La Reserva Federal, el Departamento del Tesoro y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) se vieron obligados a garantizar todos los depósitos, más allá del límite legal de 250.000 dólares de los ahorristas.
El Gobierno ha informado que esa diferencia con el límite legal no le costará nada al contribuyente, toda vez que cualquier pérdida del fondo de seguros de la FDIC sería compensada por una tarifa adicional que se cobrará a los bancos. Las medidas pretenden evitar un retiro masivo de los ahorros, al prometer que los depósitos de los ahorristas serán protegidos; no así a las entidades bancarias.
La gravedad de la crisis, que también impactó a las acciones de los bancos de mayor tamaño, obligó a que el presidente Biden dirigiera un mensaje a la nación para informar que el sistema financiero estadounidense es sólido y seguro. Esta crisis ha empujado también al Gobierno a anunciar un plan intervencionista y mayores regulaciones a la actividad financiera. Medidas similares se instrumentaron durante la crisis financiera y económica iniciada en 2008 con la quiebra del banco Lehman Brothers. El economista Nuriel Roubini, conocido como el ‘Doctor Catástrofe’, quien anticipó dicha crisis, ha mencionado que este año se producirá estanflación (inflación con recesión) y una enorme crisis de deuda que, cual efecto dominó, impactará en todo el planeta.
Parecería que las autoridades de la todavía primera potencia mundial carecen de la capacidad para diagnosticar su propia economía y se ven superadas por la realidad. Recordemos las palabras del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, quien luego de terminada la pandemia aseguraba que la inflación era solo un fenómeno coyuntural. Nada más lejos de la realidad. Esta no ha podido retornar a los niveles del 2%, a pesar del brutal incremento de las tasas de interés de 0,25% a casi 5% en un año.
La inflación se mantiene a una tasa anualizada del 6%. Y lo más grave es que detrás de la crisis bancaria subyace el incremento de la tasa de interés. En efecto, uno de los rubros en los que invierten los bancos con los depósitos de los ahorristas consiste en adquirir bonos del Tesoro estadounidense, que ofrecen seguridad y rentabilidad. Pero al ofrecerse bonos nuevos con tasas de interés más altas, ello deprime el valor de los bonos, emitidos anteriormente con tasas más bajas, en caso de venderse antes de su plazo de vencimiento.
La crisis bancaria ya se extiende a sus aliados europeos. Ayer, por indicación del Banco Central de Suiza, el banco Credit Suisse suspendió por algunas horas sus operaciones debido a la caída de sus acciones y el retiro en masa de sus depósitos. La corrida se profundizó después de que su principal inversor, el Banco Nacional Saudí, anunciara que no invertiría más en ese banco. La corrida bancaria fue replicada, aunque con menor intensidad, en otros bancos europeos.
Entre tanto, en China, el otro contrincante de esta pugna por el poder hegemónico mundial, tiene lugar un repunte del crecimiento económico tras el desconfinamiento de la población por la COVID-19. Además, con la intermediación de las autoridades chinas en Pekín, Arabia Saudita e Irán restablecieron relaciones diplomáticas luego de siete años de interrupción, con lo que ese país se erige como un interlocutor internacional. En el plano militar, ha dicho que enviará armamento a Rusia si el Gobierno estadounidense continúa haciéndolo a Taiwán. Las tensiones son crecientes y las salidas imprevisibles.
Consultora en temas de comercio, integración y recursos naturales en la Cepal, Sela y Aladi. Ha sido funcionaria de la Comunidad Andina, asesora en el Mercosur y Agregada Económica de la Embajada de Perú (2010-2015) en Argentina.