Definitivamente lo más peligroso para el mundo machista es una mujer inteligente. El temor masculino se expresa de muchas maneras, pero nada se compara contra la intelectualidad femenina.
El macho típico está bastante alejado de la razón, porque: quién puede pensar que existe el sexo débil, alguien inferior a quien dominar, mandar, a la que le ordena.
Ese hombre, así formado por otra mujer (su madre), aprendió que la presa más grande del pollo era para él, la mejor propina, también, que no debía lavar los platos, tampoco, cocinar, planchar, lavar. El rey. La mamá, las hermanas y la empleada a su servicio.
Y así aprendió que una mujer no piensa, es una ama de casa, no debe trabajar, jamás debe ganar más que él, siempre le debe hacer caso; dentro de casa: sometida, esclava; fuera de casa: un adorno, hasta un trofeo.
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Cuántas generaciones varoniles fueron formadas así, y siguen instruidas en ese libreto.
Las mujeres inteligentes dan pavor, generan sospechas, ni hablar, hasta pueden ser lesbianas. Nunca se levantan de la mesa cuando a su “maridito” se le cae el tenedor. Esa imagen de la mujer, en la tarde, delirante, mirando su telenovela, con un paño de lágrimas a su costado.
Las inteligentes no caen bien, porque opinan, proponen, expresan argumentos; de allí que haya pocas jefas; claro las hay, pero sin mérito, salvo el que todos adivinamos, exacto, favores especiales que los dueños recompensan.
Pero cuando una mujer inteligente aparece, hasta los más pintados de la jerarquía se intranquilizan, les asignan preparar el almuerzo de la empresa y similares.
Y, cuando los machos se reúnen, qué no dirán, tragarán el honor de ella; porque la manada ha sido amenazada, por una mujer inteligente.
Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.