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Pensamiento Liendo II, por Ángel Páez

“Esa idea de que para neutralizar a un terrorista es necesario arrasar a sangre y fuego el entorno en que se infiltra no es nueva. Tampoco es de reciente práctica. Tiene amargos antecedentes”.

Parecía un acto sin precedentes. La presidenta Dina Boluarte decidió relevar al jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINI), Juan Carlos Liendo O’Connor, al enterarse de que el funcionario tildaba de “insurrección terrorista” las protestas en Ayacucho y justificó la acción del Ejército que mató a 10 manifestantes.

Poco después, las fuerzas del orden mataron a otros 17 ciudadanos en Juliaca y el Ejecutivo apoyó la sangrienta acción responsabilizando de los hechos a presuntos infiltrados terroristas. Se fue Liendo, pero en el Gobierno piensan igual que él.

En efecto, en su presentación ante el Congreso, el primer ministro Alberto Otárola repitió el mismo guion del exjefe de la DINI, que es el de la ultraderecha: el terrorismo azuza las protestas, por lo tanto, debe imponerse el uso de la fuerza.

Según Otárola, “una veintena de (prefectos y subprefectos nombrados por el expresidente Pedro Castillo y cesados por Boluarte) pertenecían abiertamente al llamado Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), el llamado órgano generado de Sendero Luminoso”.

Estas personas, “y otros elementos afines”, también terroristas, serían parte de “la organización, ejecución y apoyo de los grupos violentistas que actuaron en algunas regiones”, de acuerdo con Otárola, quien no presentó pruebas.

Es lo mismo que sostiene, sin fundamento, Juan Carlos Liendo cuando dice que lo que está en desarrollo es una “insurgencia terrorista”. Cuando Boluarte apartó a Liendo, arguyó que una de las razones de su salida fue que no compartía sus ideas, como “(llamar) terroristas a todas las personas que salen a las manifestaciones”. Y advirtió que “no podemos generalizar a todos como terroristas”.

Muy pocos días después, sin embargo, el primer ministro Otárola le dijo al Congreso en medio de vivas y aplausos: “Actuaremos con firmeza ante las acechanzas de los extremismos fundamentalistas y mesiánicos y de cualquier forma de totalitarismo impulsado por infiltrados violentistas de toda laya”. Los fundamentalistas y mesiánicos de reciente data son los senderistas, se entiende.

Esa idea de que para neutralizar a un terrorista es necesario arrasar a sangre y fuego el entorno en el que se infiltra no es nueva. Tampoco es de reciente práctica. Tiene amargos antecedentes.

“Para que las fuerzas policiales puedan tener éxito tendrían que comenzar a matar a senderistas y no senderistas, porque esa es la única forma como podrían asegurarse el éxito. Matan a 60 personas y a lo mejor ahí hay tres senderistas... Y seguramente la policía dirá que los 60 eran senderistas...”, declaró el exministro del Interior (1976-1978) y exministro de Guerra (1981-1983), general EP (r) Luis Cisneros Vizquerra, en una entrevista con el periodista Raúl González, en enero de 1983.

Señalar como terroristas a los que organizan las protestas es una generalización que cuesta vidas. Las cifras así lo demuestran.

La República

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