El panorama económico y político internacional que se avizora es gris oscuro y nefasto para cualquier plan de gobierno, independientemente de su ideología. El desplome de las bolsas en Wall Street –el mayor en dos años– luego de conocerse las cifras de inflación del mes de agosto en EEUU, así como la inmediata decisión del Banco Central Europeo de incrementar, finalmente, sus tasas de interés en 0,75% son dos de los hechos de esta semana que abonan en el clima de incertidumbre.
Como los datos de inflación de agosto en EEUU han sido mayores a los esperados, la Reserva Federal incrementará la tasa de interés referencial la próxima semana, por quinta vez en el año, probablemente en 0,75%, al igual que en julio. Se trata de los más altos incrementos desde 1994.
En un sistema económico internacional globalizado, ello tiene un efecto inequívoco en el resto del mundo. Para evitar que los capitales fuguen a EEUU –donde los depósitos tienen mayor rentabilidad– y evitar la depreciación de sus monedas, muchos Bancos Centrales del mundo replican dichos incrementos en sus países. Así lo hace permanentemente el BCR en el Perú que, despacito, ha llevado la tasa de interés de referencia a 6,75%. La contracara de estas medidas es que indefectiblemente frenan al crecimiento económico pues se encarece el costo del crédito, combustible imprescindible para activar la producción, el consumo y el sector inmobiliario, que se han visto impactados. Y lo peor es que no se está conteniendo la inflación, en parte, porque las tasas de interés real (tasa nominal menos inflación) continúan siendo negativas. Es decir, con una inflación anualizada a agosto de 8,1% en EEUU y una tasa de interés nominal que llegará a 3,25% en los próximos días, la solución al problema tiene para largo.
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Si a ello agregamos la ralentización del crecimiento económico de China –motivada por su crisis inmobiliaria y los encierros por la pandemia en los primeros meses del año– el panorama es desolador pues, además, todos los países, en mayor o menor medida, tienen problemas fiscales, de endeudamiento y fuertes rezagos sociales derivados de la pandemia.
Este cuadro de inestabilidad económica está acompañado por el coro de otras crisis como la climática –inundaciones, incendios, incremento de las temperaturas–, una guerra en curso entre Rusia y Europa-EEUU y otra en ciernes entre China y EEUU en el estrecho de Taiwán. Los pronósticos de crecimiento mundial vienen cayendo y el Perú no es ajeno a ello.
No es todo. Rusia anunció la suspensión del envío de gas y petróleo a Europa después de que los ministros de Finanzas del G7 (los más desarrollados del mundo) anunciaran que impondrán un tope al precio del petróleo ruso “para reducir los ingresos y la capacidad de Rusia de financiar la guerra”. A la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, no le bastó y dijo que habría que limitar también el precio del gas del gasoducto ruso a Europa. Tres días después, la OPEP, presidida por Arabia Saudita, decidió reducir la producción de petróleo en los próximos dos meses, a pesar de los reiterados pedidos de aumento por el presidente Biden. Las medidas presionarán los precios de la energía al alza.
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Para frenar los efectos de este desarreglo mundial, los países europeos están dando bonos de ayuda, subsidios a las tarifas de energía y recortes de impuestos, además de la implementación de medidas de austeridad en el consumo. Este es el contexto en el cual se debe analizar el Plan Impulso Perú 2022 de Kurt Burneo, cuyo objetivo es acelerar el crecimiento de la actividad económica (a 3,5%) manteniendo al mismo tiempo una política antiinflacionaria. En cualquier caso, los márgenes para “dar confianza a los mercados” son estrechos.
Consultora en temas de comercio, integración y recursos naturales en la Cepal, Sela y Aladi. Ha sido funcionaria de la Comunidad Andina, asesora en el Mercosur y Agregada Económica de la Embajada de Perú (2010-2015) en Argentina.