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El apoyo a Castillo

“Un sector de peruanos se identifica con Castillo y, pese a constatar su incompetencia y corrupción, prefiere que sea él y su gente quienes asalten el patrimonio público”.

Las encuestas muestran a una cuarta parte del electorado apoyando al presidente Castillo, pese a las reiteradas evidencias de corrupción e ineficiencia contra su gobierno (o falta de). Más aún, durante su primer año de gestión no ha hecho absolutamente nada para mejorar la calidad de vida de ese pueblo al que tanto invoca. Por el contrario, es ostensible el deterioro de las condiciones de existencia de las mayorías. Cabe entonces preguntarse por las razones de ese respaldo.

Una primera constatación es que el rechazo al Congreso es mayor y no parece tener visos de mejorar. Actos bochornosos como la agresión racista de la congresista Alva a su colega Cortez, ciertamente no contribuyen a mejorar la pésima imagen del Poder Legislativo. Actos gravísimos como la denuncia de violación contra el congresista Freddy Díaz por una trabajadora del Congreso, sin que esto impida que el parlamentario continúe despachando, exacerban la percepción de un antro de abusos y corrupción.

Pero acaso lo más desalentador es que este conjunto desprestigiado hasta la médula sea el encargado de tramitar la vacancia del presidente Castillo. Añádase las sombras sobre la actuación de la fiscal de la nación, apañando a su hermana, y tenemos el cuadro de los mejores aliados del mandatario: sus enemigos.

Sin embargo, esto no termina de explicar el apoyo de ese sector de la ciudadanía. La molestia por los ataques racistas y clasistas que cierto sector de la prensa no se cansa de promover, tampoco es suficiente para entenderlo. Me animo a conjeturar que hay un elemento de otra índole. Un sector de peruanos se identifica con Castillo y, pese a constatar su incompetencia y corrupción, prefiere que sea él y su gente quienes asalten el patrimonio público. El “ahora nos toca a nosotros” va más allá de Palacio y el entorno familiar chotano. ¿Por qué le vamos a devolver esa oportunidad a las élites blancas de siempre? Si todos roban, pues mejor que lo haga uno —o varios— de los nuestros, aunque no haga obra. Una suerte de lo que el psicoanalista Leo Rangell denominó el síndrome de la integridad comprometida (en el sentido de vulnerada).

Para persuadir a ese grupo de apoyo resignado, sería preciso ofrecer alternativas distintas a las que existen hoy. Mientras ese trabajo político no cuaje, el desastre sobrevivirá. De todo esto no tengo pruebas y sí muchas dudas.

La República

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