Por: Hernán Chaparro, psicólogo social, Facultad de Comunicación, Universidad de Lima.
Estamos en un escenario donde el capital político de Pedro Castillo ha disminuido, pero donde Perú Libre (Vladimir Cerrón) muestra que se ha logrado acomodar a un entorno donde no tiene mayoría y ha tomado protagonismo buscando retomar la iniciativa. Están por verse las reacciones y los efectos de una nueva competencia, en parte discursiva, en parte electoral.
La propuesta de asamblea constituyente (AC) tiene varias motivaciones. En términos generales, es la respuesta de Cerrón al ver que el señor del sombrero perdió respaldo y que la narrativa de un “presidente como tú” se agotó. Y trata de que eso sirva para varias cosas.
Por un lado, busca organizar un nuevo discurso para Perú Libre y el Gobierno. Como graficaba hace unos días Carlín, el exgobernador de Junín se ha puesto de portero y busca administrar las llaves. Pero necesita una narrativa renovada. No se puede desligar la propuesta de asamblea constituyente del discurso de Cerrón donde plantea que, para él, el poder es coparlo todo. Y cree que eso pasa por polarizar lo más que se pueda. Sabe que la propuesta de AC difícilmente pasará el filtro del congreso, pero buscará que eso contribuya a la nueva narrativa de un Perú Libre que lidera el rechazo a los centros de poder (Lima, el Congreso, “los monopolios”, etc.). Ese sentimiento anti fue lo que permitió que Castillo gane. Y sigue ahí. En el momento en que se buscaba un acercamiento al Acuerdo Nacional, que con sus limitaciones es el símbolo de la búsqueda de diálogo, apareció esta propuesta de “poder popular” que, en el actual contexto y viniendo de quien viene, muestra una gran carga de autoritarismo y de búsqueda de acumulación de poder político excluyente. Para Cerrón, el pueblo será iluminado y sabio siempre y cuando él tenga el control.
Este afán por reubicarse y recuperar iniciativa ya tiene varios días en su haber. Lo primero fue el acuerdo de poner gente que le rinda cuentas directamente en el gabinete con cargo a darle a Castillo un dique en el Congreso. Por las mismas fechas se puso en acción, tanto en Lima como en otras ciudades del interior, el movimiento de grupos que podían estar en la calle arengando a favor del Gobierno, pidiendo el cierre del Congreso, haciendo pintas en la carretera, etc. La mudanza de Cerrón a Lima (con proceso incluido) ha sido parte de esa estrategia. No está claro si es una idea del mismo Cerrón o de Torres, pero en esa misma línea está el uso de las sesiones descentralizadas del consejo de ministros. Las mismas se han convertido en un foro donde se busca “contacto directo con el pueblo”. Algo así como las reuniones que tiene AMLO en México, donde se despacha con anuncios y, sobre todo, donde se mantiene vivo el discurso maniqueo populista (espero que el reciente libro de Carlos Meléndez, sobre el tema, ayude a entender mejor qué es y qué no es el populismo).
El otro objetivo es electoral. En el 2018, Perú Libre postuló en ocho regiones. Ahora lo está haciendo en 23. Es una oportunidad ahora que está en el poder. Puede que tenga algunos adeptos en regiones de la sierra, en particular en el sur del país, donde el voto por Castillo fue alto. Pero eso fue en un contexto donde solo había dos alternativas. Las elecciones de octubre son más locales y fragmentadas.
Perú Libre está buscando redefinir la propuesta de cambio que simbolizó Castillo en la segunda vuelta. Frente a ello, ¿cuál es la propuesta de cambio de las agrupaciones de derecha o centro? ¿Qué articulación tienen con movimientos sociales, gremios, etc.? Ya sabemos que en Lima prima el anti-Castillo, pero en el interior le reclaman que cumpla con su palabra. ¿Quién, salvo Perú Libre, está articulando propuestas alrededor de esto?
Hace pocos días se expresó un conjunto matizado de gremios empresariales, pero los que están compitiendo en las elecciones son los partidos. Salvo Perú Libre, de los demás no se escucha nada.
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