El Mar de Grau es el nombre con el que llamamos al mar frente a nuestro litoral, hasta las 200 millas por el oeste, en más de tres mil kilómetros de costa. Lo llamamos así, con orgullo, porque Miguel Grau es, qué duda cabe, nuestro héroe máximo y pasó a la gloria justamente por defenderlo del enemigo.
Sin embargo, los enemigos de nuestro mar no solo son las eventuales amenazas de un país vecino. Los enemigos de nuestro mar, el Mar de Grau, son muchos: desde la pesca pirata y de arrastre, la pesca industrial nacional y extranjera que no respeta cuotas ni vedas, los ciudadanos, nuestros desechos y también los hidrocarburos derramados en sus aguas por embarcaciones pertenecientes al ámbito privado luego de algún accidente cuyas consecuencias se pueden prever o mitigar con un buen plan de contingencia que, al parecer, no existía en este caso.
¿Es responsabilidad de la Marina? ¿Debió declarar la alerta de tsunami como sus pares de Chile y Ecuador? ¿Basta con que Repsol diga que siguió descargando porque la Marina no declaró la alerta? Estas y muchas más preguntas son las que los almirantes del Congreso como Jorge Montoya y José Cueto deberían estar exigiendo sean respondidas en una comisión investigadora del Congreso convocando a todas las partes, incluyendo la gestión de Perú Libre, a la Marina y a la propia Repsol.
Dos almirantes que son muy firmes y autoritarios luchando contra el comunismo internacional y todo lo que se le parezca, que son muy audaces cuestionando al gobierno “proterruco”, promoviendo vacancias, viendo rojimios imaginarios hasta en la ducha, combatiendo contra el enfoque de género, etc., pero que son unas mansas gaviotas cuando se trata de defender al Mar de Grau de la presunta negligencia de una transnacional cuya actividad terminó contaminando el Mar de Grau que tanto vociferan defender.
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Fauna, flora, pesca artesanal, playas, afectados, un desastre ecológico tremendo, frente al cual, nuestros almirantazos del Congreso, esos que tantos ven como salvadores, han mirado de costado en un momento en el que el Mar de Grau los necesitaba más que nunca. A la hora de la verdad, arrugaron, se les fue el temple y la firmeza. Tal vez otra sería la historia si en vez de Repsol hubiese sido Petroperú, seguro allí sí salían de la tina.
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