Los discursos del presidente Castillo en la OEA y en Naciones Unidas han generado expectativas de cambio. La atención está puesta ahora en si hará los ajustes en el gabinete que él mismo necesita para tener coherencia y para realizar las reformas que anhela.
Sin embargo, lo que va de su Gobierno muestra que hay una alta probabilidad de que ello no suceda. ¿Qué lo ata o qué lo hace dudar? ¿Nos está mintiendo y miente frente a la comunidad internacional? ¿Se miente a sí mismo? ¿Qué variables lo pueden mantener en esta situación?
Encuestas. El aumento de su aprobación le puede estar creando la ilusión de que su Gobierno no va tan mal en realidad. Sin embargo, tiene una aceptación mucho menor que sus predecesores, y lo más probable es que,si bien cuenta aún con el respaldo de su voto de segunda vuelta, en adelante solo haya espacio para un paulatino desgaste. Tarde o temprano, las carencias profesionales de sus ministros para solucionar los problemas que más preocupan a la población le jugarán en contra. Todavía está en su “luna de miel”.
La derecha y los medios. Es cierto que hay un sector cuyo único objetivo es que caiga el Gobierno. Pero no es toda la derecha y menos el centro democrático. Caer en la simplificación de que todas las críticas provienen de sectores golpistas refleja desconexión con la realidad, incapacidad para aceptar y procesar errores y, por tanto, imposibilidad de cambios que serían beneficiosos para el país y para su propio Gobierno.
Lima vs. regiones. Este punto está relacionado con el anterior. El presidente y un sector de su Gobierno argumentan que las críticas al gabinete y a otras designaciones provienen de las élites limeñas que sienten que están perdiendo poder (incluso Verónika Mendoza ha simplificado la realidad así). Pero esa no es toda la explicación, ni la más importante. Si bien se puede afirmar que en otros gobiernos los cargos también fueron consecuencia de amistades, repartijas y/o cuotas de poder, nunca hubo tanto de todo ello sumado a la inexperiencia y al prontuariado de algunos de los designados. Si el Gobierno quiere válidamente un gabinete que refleje la diversidad del país, hay gente capaz que podría convocar. Solo dos ejemplos de la región del presidente: el actual gobernador de Cajamarca, Mesías Guevara, y la expresidenta del Congreso, Mirtha Vásquez.
El miedo a “humalizarse”. Es un miedo casi atávico de la izquierda. Hasta cierto punto, es entendible que lo tenga el presidente Castillo, porque es cierto que los mandatarios deberían acostumbrarse a cumplir sus promesas. Pero, como todo temor, contiene una trampa, alimentada ahora también por el sector más radical de Perú Libre. ¿Cree el presidente que convocar profesionales de izquierda con capacidad para gestionar sus sectores implica renunciar a hacer reformas? No es necesariamente así. Si está atrapado en ese falso dilema, su Gobierno terminará haciendo incluso menos que sus predecesores de derecha.
Soporte político. ¿Es esta necesidad lo que mantiene a Castillo atado al ala dura de Perú Libre y a Cerrón? A estas alturas, está claro que podría conseguir el soporte de otras bancadas del Congreso haciendo cambios que no impliquen renunciar a sus prioridades y que serían lo mejor para su propio Gobierno. Ya le han solicitado la salida de Bellido y Maraví, pero los problemas de su gabinete van más allá. Con todo lo conocido, ¿acaso no deberían ser reemplazados también los ministros de Transportes y de Cultura? ¿O ante las posibles censuras pretende el Gobierno presentar cuestiones de confianza sin argumento legal válido?
¿Serán estos los dilemas de Castillo? ¿O, como se ha preguntado Alonso Cueto, será un caso extremo de inseguridad que lo lleva a adaptarse a quienes lo rodean en cada momento? Cualesquiera sean las respuestas, sino reacciona, será solo otra gran decepción para ese Perú que quiere representar. Que un profesor de las zonas rurales haya llegado a ser presidente en nuestro bicentenario debería ser una oportunidad para marcar un punto de quiebre, no otra repetición de nuestra historia.
Pedro Castillo