Los pecados de los otros

“Castillo busca, pero no encuentra, una forma de comunicación eficaz. Una palabra se repite en las personas que se han acercado a sus oficinas en Breña: ‘desorden’”.

“Los pecados de los otros no te hacen santo” es una expresión que uso a menudo en debates polarizados. Cuando esto ocurre la posición X pretende mejorar su argumento señalando los defectos de la posición Y. Estos, por cierto, pueden ser muy reales. El asunto está en que las carencias de Y no necesariamente se convierten en las virtudes de X. No basta con no ser el otro para ganar un debate. El triunfo está en sostener, por sí misma, la premisa. El ejemplo de la infeliz frase “nosotros matamos menos” pone en evidencia este tipo de argumentación.

Recordar esto puede ser útil en los próximos días. Keiko Fujimori manejó su tercera vuelta de forma desastrosa. Sin hidalguía alguna, otra vez, no aceptó su derrota e inventó un fraude para ganar en mesa lo que no ganó en la cancha. Salir a anunciar que acepta los resultados, pero que el presidente Castillo es un presidente ilegítimo porque así lo proclama su majestad es de una soberbia sin límite. ¿Eso mejora a Pedro Castillo? ¿Podemos definir al próximo presidente del Perú por la estatura moral de sus opositores? Si fuera tan simple, hubiéramos sido gobernados por gigantes. Un mal menor no se convierte en un bien mayor solo porque desaparece el mal mayor. Lo malo sigue siendo malo.

Castillo va a tener una dura oposición. La merece, sin duda. No es capaz de dar señales claras en un sentido u otro a pocos días de juramentar. Sus mensajes (los pocos que da) buscan tranquilizar a una sociedad ansiosa ya sea porque cree que será despojada de algo (bienes, empleo, vacunas, servicios del Estado o la promesa de prosperidad) o porque cree que el poder es un botín y en este reparto les toca “a los que trabajamos por el partido”. Castillo busca, pero no encuentra, una forma de comunicación eficaz. Una palabra se repite en las personas que se han acercado a sus oficinas en Breña: “desorden”.

Castillo tiene experiencia sindical y tal vez, para darle el beneficio de la duda, estamos observando un método de negociación propio. Recordando una frase de Game of Thrones: “el caos es una escalera”, es posible que esa retórica de darles a todos algo y a nadie nada sea la que prime en sus dos primeras decisiones: gabinete y mensaje de 28 de julio. Pero, para que eso funcione a corto plazo, tiene que haber detrás un líder que sabe qué es lo que quiere, que tiene metas no negociables aunque estratégicamente ocultas. Nada de eso se observa en Castillo, lamentablemente. Desconoce lo básico de gestión pública, cuentas nacionales o derecho constitucional y es posible que aún no entienda a cabalidad sus competencias y limitaciones.

A la derecha en el Parlamento, Fuerza Popular (24), Renovación Popular (12, expulsaron a uno), Avanza País (7), APP (15) y AP (16) pueden lograr una cómoda mayoría de oposición con 73 votos que logre controlar la mesa directiva y el Congreso. A la izquierda Perú Libre y Juntos por el Perú suman 42 votos y pueden sumarse el Partido Morado (3), Podemos (5) y Somos Perú (5), además de Valer. Con 56 votos el oficialismo necesita 10 votos para llegar a los 66 que requiere para lograr la mayoría. Esos votos solo pueden salir de Acción Popular, que, a pesar de tener una bancada dividida ideológicamente, basta con que 8 se vayan con la oposición para que esta gane. APP parece haberse jugado a la derecha sin retorno.

No hay presidente peruano que haya sobrevivido a un Congreso opositor. Bustamante, Belaunde, Fujimori, Kuczynski y Vizcarra están en nuestra historia bicentenaria para recordarlo. Hasta hoy la oposición no tiene 87 votos para vacarlo, pero a la primera señal de manifiesta inconstitucionalidad o caótica incompetencia, Castillo terminará con el lema de la UDEX tatuado en el alma: “el primer error es el último”. Mala forma de empezar un gobierno.

Pedro Castillo Congreso

Pedro Castillo Congreso

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