El despido de periodistas en razón de sus ideas nos hace recordar la década ignominiosa del fujimorismo de los 90. La persecución de medios independientes, la existencia de hombres y mujeres de prensa favoritos del régimen, las prebendas a los dueños de los medios de comunicación, son imágenes que simbolizan la dictadura de esos años y que parecía un capítulo cerrado en nuestra historia contemporánea.
Conocer las cartas remitidas por los periodistas de América TV y Canal N, entre ellos de quienes formaban el equipo de Cuarto poder –que presentaron su renuncia masiva por el cambio de la línea editorial en favor de Keiko Fujimori– nos colocan de nuevo ante un caso de violación flagrante de las libertades de información y expresión en uno de los canales de televisión de mayor presencia a nivel nacional. Estas cartas de denuncia han originado despidos y forzado acuerdos de “mutuo disenso” de los firmantes, que iremos conociendo en el transcurso de las próximas horas.
Grupo La República, integrante del directorio de Plural TV, empresa propietaria del Canal 4 y Canal N, puso en conocimiento vulneraciones de la libertad de información y de expresión ante el Tribunal de Ética del Consejo de la Prensa Peruana, solicitud que ha sido admitida a trámite.
La abierta parcialización con la candidata Keiko Fujimori ha sido el detonante de estos casos que se inician con el despido arbitrario de la directora de prensa, Clara Elvira Ospina, y que se suman a los recientes casos de renuncias y despidos del personal de prensa que denunció el desequilibrio informativo para favorecer a la heredera del fujimorismo.
Se han señalado casos concretos de coberturas realizadas para perjudicar la imagen de Pedro Castillo, eliminación de declaraciones que pudieran favorecerlo, privilegios para la candidata Fujimori y la elección de transmisión únicamente del mitin de ella, pese a que ambos actos de cierre de campaña se realizaron en simultáneo. Todos estos son hechos que nos trasladan a una época que considerábamos concluida.
Creíamos que apelando a la autorregulación y los organismos que velan por las libertades de prensa, expresión e información, se podían corregir estos atropellos y violaciones. Lejos de ello, los despidos llevan esta situación a escenarios de imprevisibles consecuencias y a pésimas señales de deterioro de nuestra frágil democracia.