Todavía estamos esperando los resultados oficiales de ONPE, pero en el mapa del Perú, con las cifras preliminares, se dibuja el recuerdo de los números de la segunda vuelta del 2011, entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori.
Hay entre 19 y 20 ámbitos electorales (considerando Lima provincias y Callao) donde la votación es a favor de algo que no se puede etiquetar solo como un voto de izquierda. A pesar de que en ninguno de los dos debates organizados por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) hubo claridad de propuestas del lado de Perú Libre, el apoyo en todos los lugares señalados supera en muchos casos los dos tercios. Mirando las encuestas, se puede considerar como una búsqueda de cambio, pero sobre todo de inclusión en el bienestar esquivo. Una demanda por derechos y también un pedido de reconocimiento. Los diversos ofrecimientos de bonos y similares de la candidata de Fuerza Popular, en esos sectores, no calaron.
En un estudio para la Defensoría del Pueblo, donde la pregunta de base era si la gente era o no consciente de sus derechos, rápido se apreció que las personas conocían lo suficiente sobre los mismos, pero también que no tenían ninguna confianza en que las instituciones encargadas de canalizarlos estuviesen a la altura. Quejas sobre el trato en las comisarías, servicios de salud, “ugeles” (Unidad de Gestión Educativa Local-UGEL) y demás ámbitos fueron una constante. Para qué ir o reclamar, decían, si ya sabes que no te van a hacer caso, o que la corrupción campea. Se optaba por la salida individual, la búsqueda de arreglos o simplemente por la distancia desanimada. Debajo de ello, estaba un guardado reclamo de justicia.
Y mientras la gente se las arregla como puede y los representantes en el Congreso o en las regiones hacen lo que quieren, llegan las elecciones. El pedido se nos presenta de nuevo. Un reto para el Estado, para las empresas. Y en esta ocasión, uno de los candidatos terminó asociado al cambio y a la honestidad. Pero, sobre todo, a pesar de todas las contradicciones programáticas, se ubicó en el lugar de “un presidente como tú”. Acá ha entrado a jugar la identificación con una persona que se percibe “del pueblo” (que es como a veces la gente define ser de izquierda). Un cheque en blanco que, de ser elegido presidente, le pone la valla alta.
De ser elegida Keiko Fujimori, tendría también retos, pero por otros motivos. En el transcurso de esta campaña realizó varios juramentos de no repetir sus errores, pero la credibilidad es baja. Ya lo hizo antes y no cumplió. Si Pedro Castillo debiera precisar y definir, Keiko estaría urgida por convocar y cumplir. Si no le fue mejor es porque buena parte de su campaña estuvo dedicada solo a destacar el miedo hacia el comunismo o a combatir la posibilidad de convertirnos en Venezuela. Mucho anti, poco pro. Quien tuvo una estrategia semejante fue Alan García en el 2006. En ese caso el candidato aprista combinó las críticas a Humala con propuestas que hablaban de un cambio responsable. En Fuerza Popular lo que apareció, al final, fueron ofrecimientos que economistas defensores del libre mercado cuestionaron por poco viables. De ser gobierno, tendría que escuchar y mirar las regiones donde la votación le es ampliamente contraria. No creyeron en los ofrecimientos mostrados en el último debate.
Una pregunta adicional es qué va a pasar si el fujimorismo no gana. Castillo queda como una suerte de PPK de izquierda, pero con menos recursos políticos. La relación con Vladimir Cerrón no es fluida y este buscará estar presente lo más que pueda, a través de su bancada ya que le han dicho que en el Ejecutivo ni de portero. La relación con el empresariado y la prensa no será sencilla. Fuerza Popular ya no tendrá 75 congresistas y la interrogante es qué rol asumiría en el Congreso.
AME4130. TACABAMBA (PERÚ), 07/06/2021.- Simpatizantes del candidato presidencial Pedro Castillo se manifiestan durante la espera de los resultados de los comicios presidenciales, hoy, en las calles de Tacabamba, provincia de Cajamarca (Perú). Desde sus calles, plazas, mercados y redes sociales, el Perú desafió este lunes de resaca electoral su fama de ser un país de descreídos políticos, a la espera de conocer el desenlace de unos apretadísimos y superpolarizados comicios presidenciales. EFE/ Francisco Vigo
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