La mala y muy triste nueva del fallecimiento de Luis Bedoya Reyes nos llega cuando todavía, con justa ironía, se siguen comentando las insólitas declaraciones de Rafael López Aliaga: “Cuando veo un ‘mujerón’, le digo a la Virgen María: ‘Tú eres más bonita que esta chica’. Estoy tan enamorado de la Virgen María, que me llena de paz, de alegría y de fortaleza”.
¡Qué diferencia entre el ilustre patriarca del Partido Popular Cristiano y este candidato presidencial del Opus Dei y las deudas a la Sunat! Sin embargo, la verdad es que son muchos los candidatos que, como López Aliaga, se declaran social cristianos.
Muy curioso, cuando los partidos social cristianos se han desperdigado (Italia, Venezuela), o subsumido en partidos conservadores (España), cuando no venido claramente a menos (Chile). Cuando la Unión Demócrata Cristiana de Alemania se ha quedado sola, predicando en un páramo mundial.
En su momento, al cabo de la Segunda Guerra Mundial, la jerarquía católica promovió y preconizó abiertamente estos partidos, tanto en Europa como en América Latina.
Pero ya hace rato que la Iglesia no alimenta opciones partidarias. Como culminación de un proceso de regreso a las fuentes iniciado por el Concilio Vaticano II y Juan XXIII, el papa Francisco se inscribe claramente en otra pastoral.
Lo que ha ocurrido con la denominación social cristiana en la vida política es algo parecido a lo que en lingüística se llama gramaticalización: es decir, que el término ha dejado de significar.
Hoy, llamarse social cristianos es a menudo una manera cómoda de autodenominarse centrista. O tercerista. Tampoco existe una propuesta política que pueda titularse social cristiana. A pesar del logro notable, en el Perú, de las seis reformas estructurales que el Partido Demócrata Cristiano incorporó en el programa de gobierno de Fernando Belaunde en 1963. Y que fueron, en parte, realizadas por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.
Por cierto, en el Perú la democracia cristiana, que impulsaron personalidades de la talla de Héctor Cornejo Chávez, Luis Bedoya Reyes y Javier Correa Elías, no alcanzó las dimensiones que sí tuvo en Chile o Venezuela, porque aquí ese espacio fue ocupado por Fernando Belaunde. No porque hubiera consigna o conspiración alguna que pueda servir de chivo expiatorio. Empero, no puede ocultarse la inmensa importancia que tuvo en su momento, en Europa y en América Latina, la presencia de los partidos demócrata cristianos. Ellos estimularon el compromiso social y político de muchos católicos que, a través de estos partidos, salieron de las sacristías; y, a la vez, contribuyeron a alterar la imagen del mundo cristiano como coto cerrado de litúrgica beatitud.
Pero, luego de esta época, y en parte gracias a su impulso, el pensamiento de muchos cristianos asumió que la construcción de una sociedad más humana no era su tarea exclusiva o excluyente.
Que había que ensuciarse las manos, junto con los demás seres humanos que quieren un mundo más justo. Este giro se ilustra en el tránsito de la influencia mundial de Jacques Maritatin a la de Emanuel Mounier. Desde el Concilio Vaticano II y Juan XXIII, la Iglesia se volvió más ecuménica y los cristianos menos inclinados a encerrarse en núcleos aparte.
De esta manera, la proclama social cristiana en la acción política ha quedado en manos de algunos pocos, valerosos y nostálgicos, devotos de la lealtad léxica; y de muchos aventureros. Estos últimos pululan hoy como candidatos, cobijados por algunas iglesias evangélicas y por exjerarcas y sectas católicas. No debe extrañar que el término sea usado por tantos candidatos y signifique tan poco para los electores.
QEPD: honor a Luis Bedoya Reyes. Y un muy sentido abrazo a su familia amiga.
Luis Bedoya
Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.