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Contra la desesperanza

“Como no estoy de ánimo para buscar chivos expiatorios, me limitaré a advertir a los conspiradores del Congreso que no lo intenten”.

Puede que la batalla esté perdida. Entonces nos toca rehacer, reconstruir, mejorar. Como Estado, como sociedad, como personas. La pandemia es una tragedia y no tiene caso minimizarla, como tampoco aprovecharla políticamente para obtener réditos. Es tiempo, sí, de ver lo que cada quien puede hacer para contribuir a las tareas arriba mencionadas. En particular quienes vivimos en el privilegio. El sufrimiento que esto causa a millones de compatriotas es inconmensurable. Tanto mayor la responsabilidad de los que no estamos sometidos a la tiranía sádica de las desigualdades.

Sabemos que las vacunas son el único remedio real y que estas tardarán en llegar. La pregunta es qué podemos hacer entretanto para paliar esta agonía nacional. La desesperanza cunde en las redes, en donde cada día aumentan los pedidos desgarradores de camas UCI, oxígeno, ventiladores mecánicos, medicinas, etcétera. Pero también las respuestas de personas de buena voluntad ofreciendo ayuda, respuestas, direcciones o palabras de aliento.

Las ollas comunes me conmueven particularmente. Felizmente ahora es fácil acceder por vía virtual y aportar lo que cada cual pueda. El hambre de tantos peruanos es una crueldad que no debemos tolerar. Como tampoco esas colas espantosas en los hospitales públicos, en donde la muerte no es la peor de las suertes.

Los que trabajamos en salud mental tenemos un desafío enorme. A veces pienso que todo lo que he hecho en mi vida era una preparación para esta época durísima. Entiendo que no podemos siquiera compararnos con la lucha del personal sanitario que se encuentra en primera línea del frente de esta batalla perdida de antemano. Pero ellos siguen a pie firme, aunque ya nadie los aplauda. El Colegio Médico ha colocado las fotos de sus –muchísimos– miembros fallecidos en el exterior de su local. Habría que hacer lo mismo con el personal de enfermería, limpieza, vigilancia y todos aquellos que están dejando la piel por nosotros. Que su ejemplo nos inspire.

Como no estoy de ánimo para buscar chivos expiatorios, me limitaré a advertir a los conspiradores del Congreso que no lo intenten. Lo que nos está sucediendo es tan grave que no deberíamos distraer energías en volverlos a regresar a sus covachas. Pero si a pesar de todo vuelven por sus fueros, la inmensa frustración que sentimos ante tanto dolor se tornará contra ellos.

La República

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