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Origen y futuro de la gran agroexportación

“En sus orígenes el Perú no había sido un gran agroexportador. Cuando el virreinato enviaba cacao a España y desde su emancipación exportaba chancaca a Chile”.

Columnista invitado: Carlos Alzamora

El año 2002 debía expirar la ATPA, que había dado libre ingreso al mercado de Estados Unidos a una amplia gama de productos peruanos. Debía, en consecuencia, negociarse con Estados Unidos su renovación pero también su ampliación, para que la nueva ATPA incluyera, en particular, dos importantes nuevos rubros: las prendas de vestir, en las que deveníamos grandes competidores, y las frutas y verduras que se revelaban ya tan promisoras.

Cuando en julio del 2001 renuncié a la Embajada en Washington porque en ello me iba la vida, y volví a mi apartamento en Nueva York, el presidente electo Toledo me pidió que, en cambio, me encargara de esa gestión y el 6 de agosto me nombró embajador en misión especial para negociar la nueva ATPA. Entre el 2001 y el 2002 efectué 70 vuelos entre Nueva York y Washington, y al año justo de mi nombramiento, el 6 de agosto del 2002, el presidente George W. Bush firmó la ley de la nueva ATPDEA, así llamada por contemplar también la erradicación de la droga, y agradeció públicamente al Perú su gestión ante el Congreso americano que había logrado su aprobación. El relato detallado de esa negociación figura en el capítulo “Negociador de la ATPDEA” de mi libro de memorias.

En sus orígenes el Perú no había sido un gran agroexportador. Cuando el virreinato enviaba cacao a España y desde su emancipación exportaba chancaca a Chile. Pero con el tiempo se volvió un gran productor de azúcar y de algodón, muy cotizados en los mercados mundiales, hasta que el crecimiento de su población, el progreso de su industria y las reformas políticas absorbieron esas dos producciones mientras el agro tradicional se concentraba en la alimentación nacional.

La ATPDEA del 2002 vendría a cambiar radicalmente esa situación cuando, abriéndoles el mayor mercado del mundo, despertó en los peruanos el instinto, la vocación y la capacidad de producir y exportar. En lo que era virtualmente un coto selecto de actividades exportadoras en Lima y algunos lugares de la costa, a cargo de empresarios prósperos con contactos externos, empezaron a aparecer producciones y exportaciones en diversos departamentos del Perú y a surgir una clase empresarial de todo nivel, que recurría a su creatividad e inventiva para desarrollar proyectos exportadores novedosos, que multiplicaron el número de empresas exportadoras, muchas veces familiares. Según la SUNAT, 150.000 nuevos operadores se incorporaron entonces a las actividades del comercio exterior.

Y en los cinco años de vigencia de la ATPDEA, el valor de la agroexportación peruana pasó de 900 millones de dólares en el 2002 a 2.100 millones de dólares en el 2007, antes de firmarse el TLC, mientras en algunos departamentos se alcanzaba el pleno empleo y los desiertos costeños se empezaban a teñir de verde. Hoy la agroexportación alcanza los 7.000 millones de dólares, mientras la gran cornucopia de las frutas y verduras peruanas se sigue volcando en los mercados mundiales. Solo los arándanos rinden al año 800 millones de dólares al Perú, en su condición de mayor exportador de arándanos a Estados Unidos.

Naturalmente este no fue el mérito individual de nadie, sino la obra empeñosa de un poderoso equipo que integraron el presidente Toledo, el vicepresidente y ministro de Comercio Exterior Diez Canseco y su viceministro Ferrero, el canciller García Sayán y su viceministro Rodríguez Cuadros, el ministro Lemor de la Producción, el embajador Wagner en Washington y su competente equipo, y un dedicado conjunto de empresarios, agrupados en “Exporamérica”, que aportó apoyo técnico y material a nuestra gestión toda vez que fue necesario.

Hoy el Perú debe hacer lo posible y lo imposible para preservar la dinámica continuidad de ese poderoso factor de desarrollo económico, tecnológico y social, acomodando las posiciones en beneficio del país y de todos los agricultores y adoptando las medidas necesarias con responsabilidad, profesionalismo y equidad. Porque lo que no podemos hacer es matar, con nuestras propias manos, a la gallina de los huevos de oro.

Embajador (r)

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