Está claro que el gobierno de Sagasti tiene poco margen de juego. Todo indica que el voto de confianza al nuevo gabinete fue por la preocupación por su impacto electoral, no por la ciudadanía. El afán maximalista de reemplazar al actual mandatario ha quedado reducido a un par de agrupaciones y algunos otros congresistas, pero es cierto que pocos se despeinarían en la plaza Bolívar si el gobierno se mete en problemas mayores que “obliguen” a su reemplazo. Una probabilidad que está ahí latente.
Las reactivadas protestas sociales van a seguir, la Defensoría ya alertó al respecto. Esa no es la novedad. Lo nuevo es que las mismas se presentan en un contexto donde se combina un Ejecutivo que depende, en parte, de un Congreso regido por la ceguera de la pasión y la ambición obtusa. La preocupación por conseguir votos en estas elecciones está actuando como ocasional barrera de contención para algunos. Si este mar turbulento permite llegar a febrero, es probable que la dinámica electoral restrinja más la acción de quienes van por todo. Tenemos dos largos meses por delante. Como el tiempo pasa y el corto plazo prima, el objetivo del grupo vacador está puesto en ver la forma de controlar la mesa directiva del Congreso, influir en la elección de miembros del Tribunal Constitucional y seguir usando el cargo de congresistas para sus intereses personales. Todo un patrón de conducta. Eso continuará.
Por otro lado, esa calle que apoyó al gobierno de transición lo presiona para que respalde ciertas causas. De pasada, pone en evidencia que la demandada investigación de los abusos policiales durante las marchas va cayendo en el pantano de siempre. Y el gobierno de transición ha pasado a ser uno de emergencia, o en emergencia. La calle, en parte, apoya al actual gobierno, pero también le demanda. Con las candidaturas prácticamente definidas, tanto la sociedad civil como los medios (eso nos incluye ahora a todos) deberíamos poner mayor presión para elevar la calidad del proceso electoral, por un lado, y seguir difundiendo el comportamiento de las agrupaciones en el Congreso. Respecto a esto último, es necesario que la prensa siga vigilante de los abusos del cargo que ahí ocurran, y que se difunda de la mejor manera posible. Como todas las agrupaciones también postulan en estas elecciones, el impacto electoral de lo que hagan los actuales congresistas puede ayudar a cierto control.
Con relación a lo primero, hay una investigación de Cohaila (2019) sobre cómo se enmarcaron las elecciones presidenciales peruanas del 2016 en medios sociales. Observa que primó la cobertura de enfrentamientos, críticas y puyas (un enfoque de “carrera de caballos” como se suele decir); y el de eventos (el chicharrón, entre otros). Lo que menos se abordó fue la discusión de propuestas. ¿Qué plantean estas agrupaciones para el futuro gobierno? En las últimas elecciones, los debates electorales marcaron cambios de tendencia en la intención de voto. No solo por el debate en sí sino porque coincidieron con un incremento del interés por el proceso al estar cercana la fecha de la elección. Sin embargo, valdría la pena promover de una vez debates que se puedan realizar en enero, donde futuros congresistas (hoy más que nunca en la lupa) y candidatos puedan mostrarse y exponer ideas. Mientras más se ponga en agenda las elecciones, mayor control político habrá sobre el actual Congreso. Se tiene que reactivar la economía, pero también la voluntad ciudadana de estar presente y vigilar para que, con todas sus fallas y problemas, el proceso electoral continúe y se consolide. Dejemos por un momento de lado a los partidos, ya sabemos de sus posibilidades y limitaciones. Los medios y la sociedad civil tenemos ahí una responsabilidad.
Cohaila, E. (2019). Framing en el debate presidencial de las elecciones peruanas de 2016 en redes sociales. Revista Mexicana de Opinión Pública, 26, 33-50.
06-11-2020--LUIS JIMENEZ ZAVALAGA PRESIDENTE FRANCISCO SAGASTI ASISTE A CEREMONIA POR 32 ANIVERSARIO DE LA POLICIA NACIONAL DEL PERU
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