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Una semana después

Nuevo gobierno, la transición ha empezado.

La trama del golpe parlamentario ha sido finalmente superada. Las dos imágenes que simbolizan este momento son la juramentación y discurso sereno y convocante del nuevo presidente de la República, Francisco Sagasti, y la decisión de la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, de iniciar una investigación preliminar contra tres de los sediciosos, Manuel Merino, Ántero Flores-Aráoz y Gastón Rodríguez, por los delitos de homicidio doloso, abuso de autoridad, lesiones graves, lesiones leves y desaparición forzada.

Se ha podido alcanzar la cima del propósito democrático gracias a una intensa presión pública que logró desarmar el frente parlamentario que hace una semana destituyó al entonces presidente Martín Vizcarra. Las oscuras negociaciones de los últimos días instalaron la certeza de que este grupo pretendía desoír la ira ciudadana e insistir en elegir un gobierno con el mismo espíritu de la vacancia.

Las lecciones dolorosas de los días del golpe y el rechazo a este son variados. La primera es quizás no arredrarse en llamar a las cosas por su nombre. Como la mayoría de los peruanos, este diario dijo en los primeros minutos que la decisión del Congreso el 9 de noviembre, a pesar de la abultada votación, constituía un golpe de Estado en la forma y en el fondo. Algunas tibiezas matizaron este hecho para intentar normalizar el golpe y presentarle al país hechos consumados.

La misma importancia tiene la rápida respuesta de la ciudadanía, que identificó el riesgo y se lanzó a las calles para impedir la sustracción de la democracia y el inicio de trámites corruptos.

Miles de peruanos, especialmente jóvenes, apoyados por familias y las comunidades con sonoras caceroladas, se ubicaron como el primer y más importante impulso democrático que frenó el golpe. La represión brutal de las protestas pacíficas agravaron la situación de los sediciosos e hicieron su presencia más insoportable.

Un duro momento para el país ha sido superado. Las fuerzas autoritarias y sus aliados de clara factura corrupta en el Congreso han sufrido un revés. No duermen. Están ahí. En la hora decisiva intentaron competir por la dirección del Congreso, inclusive. La ciudadanía debe estar alerta porque la transición apenas ha empezado.