Las dos caras de la ansiedad

“El miedo, la angustia atacan nuestra capacidad de pensar. Lo cual nos hace actuar de manera errada”.

El término ansiedad parece haberse impuesto, tanto en el lenguaje coloquial como en el científico. El MINSA, por ejemplo, lo utiliza en sus materiales clínicos (“Trastorno de ansiedad generalizado”). Y el público recurre a esa palabra, tal como a “estrés”. Como es obvio, en la situación pandémica en la que estamos inmersos, dichos vocablos están ocupando un lugar preponderante en la nube de los discursos, tanto privados como públicos. Ya he explicado antes que se trata de un anglicismo, tomado de anxiety, y que en español debería llamarse angustia.

Poco importa esto a quienes están sufriendo, que en estos tiempos son la mayoría de peruanos. El desamparo impera y las causas son de todos conocidas. El virus anda suelto y descontrolado, nuestros indicadores así lo muestran. El incremento de ansiedad o estrés cotidiano agrava todo. Por ende, es urgente procurar mantener este estado de ánimo en un nivel manejable.

También he citado antes al gran psicoanalista argentino José Bléger: “Sin ansiedad no se aprende y con mucha, tampoco”. Puede sonar insensible hablar de aprendizajes en condiciones tan críticas. No puedo imaginar lo que se siente estar aglomerado en el transporte público o trabajando en centros de salud, incluso con el “privilegio” de hacerlo con los implementos de protección adecuados. O bien debatiéndose en una crisis económica de extrema penuria.

Sin embargo, por lo menos quienes dispongamos de condiciones para hacerlo, es nuestra responsabilidad mantenernos alertas no solo para nuestra supervivencia, sino para la de la comunidad. Lo cual significa que no podemos darnos el lujo de ceder al pánico que nos acecha. El miedo, la angustia atacan nuestra capacidad de pensar. Lo cual nos hace actuar de manera errada. Es pues urgente luchar para contener esos niveles de asedio interno y no permitir que nos inunden. Fácil decirlo, lo sé bien. No obstante, la humanidad como la peruanidad, saldrá de esta pandemia también. Con gravísimos costos, pero saldrá. No hay que esperar a ese momento para replantearnos y tomar nota de lo que hicimos mal como sociedad. Lo de tomar nota es literal. Los habitantes de este planeta tenemos una tendencia atávica y explicable: la de olvidar la tragedia para seguir viviendo. Es a la vez una necesidad y un craso error. Cuando la ansiedad acometa, pensemos el mensaje que nos está enviando.

La República

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