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Discriminación y racismo en cuarentena

“Y es que esta pandemia no ha sido la excepción para darnos cuenta de que el racismo y el clasismo van de la mano en un país cuyo Estado sigue ausente para las grandes mayorías”.

El escalofriante registro del asesinato de George Floyd ha despertado la indignación del mundo entero. Imágenes que retratan las brutales consecuencias de un racismo intrínseco, fenómeno que en nuestro país confluye con otras variables de manera bastante particular en medio de esta cuarentena.

El racismo como parte del trágico fenómeno de la discriminación en el Perú no siempre tiene representaciones tan gráficas, pero está presente tanto en las relaciones interpersonales, como desde las instituciones. La I Encuesta Nacional registraba ya para el 2017 que los principales lugares donde los peruanos se han sentido discriminados son hospitales públicos o postas médicas (22%), comisarías (19%) y municipalidades (14%). Y es que esta pandemia no ha sido la excepción para darnos cuenta de que el racismo y el clasismo van de la mano en un país cuyo Estado sigue ausente para las grandes mayorías.

Como fenómeno social, el racismo se materializa en la exclusión de determinados derechos y esto ha sido clarísimo en el tratamiento de aquellas personas que habiendo tenido los recursos para viajar, regresaban al país y se confinaban en cómodos hoteles, mientras que centenares de desplazados tenían que caminar kilómetros para exigir ayuda y un medio de transporte, durmiendo sobre cartones a la intemperie.

Otra demostración está en el trato a los comerciantes informales. Desde el discurso, el gobierno (y seguro muchos en la comodidad de sus hogares) viene echándole la culpa a las personas, cuando el problema es estructural. ¿Pensó el Estado en aquellas personas en situación de pobreza o vulnerabilidad, que no iban a soportar económica o socialmente las medidas de confinamiento? Por supuesto que lo institucional es un reflejo de nuestra cultura: 53% de los entrevistados en la primera Encuesta sobre Diversidad Cultural y Discriminación (2018) consideran que los peruanos son racistas o muy racistas, pero solo el 8% se reconoció como racista. Dicho sea de paso, ya nos dice bastante que recién hace dos años las autoridades hayan empezado a profundizar en la investigación de este fenómeno.

Está claro: el Estado peruano sigue arrastrando las mismas taras de hace siglos: el trato de “ciudadano” no es para todos. Eres “poblador”, y puedes quedar fuera del radar según tus rasgos y tu situación socioeconómica.

Existen, por supuesto, muchas diferencias entre lo que ocurre aquí y lo que vemos en Estados Unidos. Quizá una distinción clave es que en Estados Unidos existe una discusión real sobre este fenómeno y las distintas fuerzas políticas hacen suyo el tema del racismo y la discriminación. Aquí nadie parece mencionarlo. No es una bandera política, aunque constituya una amenaza real, quizá una de las más importantes.

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