Virus personal

“En el Perú nos contentaríamos hoy hasta con un moderado alivio en las cifras de contagio y muertes”.

Los anuncios de una posible vacuna anti-Covid 19 manejan plazos que van desde poco más de seis meses a un año y medio. La perspectiva es optimista, la demora es descorazonadora. Además no es la única espera tensa que tenemos delante. En el Perú nos contentaríamos hoy hasta con un moderado alivio en las cifras de contagio y muertes.

En otras palabras, estamos presos en el tiempo. Ahora sabemos que la obligación de permanecer en casa ha sido solo una primera parte de la experiencia. Luego nos espera una calle peligrosa, hasta que el riesgo de contagio sea neutralizado, por el medio que sea, vacuna, debilitamiento del virus o higiene social.

Es un tiempo de encrucijadas, frente al cual cada uno se ubica según su entendimiento o su ánimo. Algunos nos concentramos en los pequeños avances, donde podemos hallarlos. Otros tenemos la vista clavada en lo peor, hasta que algo llegue a desmentirlo. No es raro que se oscile entre las dos perspectivas, según la última noticia que aparezca.

Quizás estas formas de enfrentar la pandemia son un lujo de la reflexión, y realmente estamos cada vez más fijados en una sola cosa: nuestro predicamento personal. Por ejemplo, no es lo mismo esperar que las cosas mejoren que esperar que no nos pase nada, en cualquier circunstancia. Así, cada día libre de contagio es un día ganado.

Pero es obvio que todo el proceso tiene direccionalidad, desde la optimista confianza inicial de casi todos, hasta las caras largas que aumentan en estos días. Ha dejado de estar claro qué significa ganar la lucha contra el virus y qué querría decir perderla. Una vez más, todo se resuelve en el ámbito de la preocupación personal.

¿Existe una forma correcta o eficaz de enfrentar este periodo de zozobra? La respuesta es según a quién escuchemos. La versión oficial de protección al ciudadano parece la más razonable, pero es inevitable percibir grietas en ese muro. Lo que funciona en unos países no ayuda en otros. Además estamos en medio de una verdadera feria de soluciones.

Hay, pues, una relación personal, incluso íntima, con el virus, y en ella estamos obligados a hacernos cargo de nuestras indecisiones.