Un mundo fragmentado

Sería complicado, por no decir inverosímil, vivir en un país curado mientras subsisten otros infectados alrededor.

En la historia de la ciencia ficción las amenazas mundiales suelen producir una reacción mundial conjunta. Pueden ser amenazas desde el espacio exterior, o no, y a menudo la victoria es obtenida mediante una suerte de automática alianza universal, liderada por un grupo de potencias aliadas.

No es lo que estamos viendo. Hay casos importantes de colaboración internacional frente al coronavirus, pero es evidente que cada país baila con su propia mascarilla, en lo que constituye una yuxtaposición de emergencias nacionales. En esto a cada país le está yendo según sus características y sus recursos.

La Organización Mundial de la Salud, parte del sistema de la ONU, funciona como orientadora y coordinadora de esfuerzos en el mundo, pero sin la autoridad o los recursos para conducir una lucha conjunta. Hay gobiernos que siguen sus recomendaciones y gobiernos que los desafían abiertamente en aspectos sustantivos.

Lo más parecido a una perspectiva mundial conjunta frente a la pandemia es la esperanza, en el sentido de sentir que la solución puede aparecer en cualquier lugar del planeta, y beneficiar a la humanidad entera. Mientras eso llega, son las fronteras nacionales las que están definiendo la suerte de cada población.

La velocidad y la intensidad de la pandemia ha sido tal que cada país ha tenido que recurrir a la totalidad de sus recursos médicos, que en una mayoría de casos se han quedado cortos. Esto ha impedido de cuajo toda ayuda sustantiva, y más bien ha propiciado casos en que los gobiernos se han arranchado esos recursos por diversos medios.

En esta variedad de destinos el virus ha tenido hasta ahora una especie de conducta imparcial, con países prósperos muy afectados y algunos países pobres bastante menos. Sin dar la impresión de que los países no comparan, sino que cada uno de ellos tiene una visión interna propia, lo cual en muchos casos entraña además su propia polémica nacional.

Pero si el problema ha surgido como un mosaico de problemas nacionales, es evidente que al final la solución solo puede llegar como algo mundial. Sería complicado, por no decir inverosímil, vivir en un país curado mientras subsisten otros infectados alrededor. Una forma nueva de ver la globalización.