El Valle del Mantaro es recorrido de norte a sur por el río del mismo nombre. El Kapaq Ñam, o camino del Inca, lo recorre por la margen izquierda y sobre su curso se fundaron las ciudades más importantes: Jauja, Concepción y Huancayo. En ellas se instalaron las tropas chilenas de ocupación desde febrero de 1882. En la margen derecha están las comunidades más poderosas y en ellas se organizaron las guerrillas.
Las emboscadas contra las fuerzas chilenas debían provocar represalias. Las autoridades comuneras se preparaban: “Siendo de suma necesidad la unificación de las fuerzas de este distrito, escribían las autoridades de Sincos, con las de los demás pueblos aliados que se encuentran en pie de defensa, acordamos elevar la presente (…) para que se nos considere en el número de ellos”.
Se recolectaba aceleradamente armas: en su mayor parte escopetas de caza, algunos rifles Remington y Peabody y revólveres de muy diverso tipo. La mayor parte de los guerrilleros estaban equipados con armas artesanales: “se empleaban hasta las herramientas de labranza dice el comandante Esponda , que convertidas en arma blanca, los guerrilleros las blandían atadas a fuertes palos cual si fuesen bayonetas caladas”. Las más populares eran los rejones, que llevaban atada en la punta la reja del arado.
Mientras tanto, el comando chileno trataba de conjurar la tormenta. El coronel Estanislao del Canto, el jefe de las fuerzas chilenas de ocupación, intentó maquiavélicamente enfrentar a las comunidades con los terratenientes nativos, en una comunicación dirigida “Al jefe de la comunidad de Viscas, Eocra, Laraos y demás que están en las alturas de Chongos”. Del Canto explicaba que sus fuerzas no habían venido “a hacer la guerra ni a hostilizar a los pobres”, sino a “hacer que los ricos pidan la paz, que es tan necesaria para que los pobres puedan trabajar libremente”.
Reconocía los daños que habían causado los cupos y saqueos perpetrados por sus soldados, “con motivo de haber estado manteniéndose las fuerzas chilenas casi a costa de los pobres”. Les proponía entonces que las guerrillas procedieran contra los terratenientes peruanos: “Lo que se desea es que los ricos den lo que les corresponda, de consiguiente, se pide al Jefe de las Comunidades que están reunidas en la otra banda, que mande comisionados a las haciendas a traer reses, para devolverlas las que se hayan tomado de los pobres y puedan quedar algunas para el sostén de las fuerzas chilenas (…) las fuerzas chilenas no les harán daño alguno”. La respuesta de los guerrilleros fue la emboscada de Malpaso. Buena contestación a quienes sostienen que las guerrillas atacaron indistintamente a los blancos, chilenos y peruanos.
Era urgente centralizar el mando y nuevamente la iniciativa fue de los comuneros. Una comunicación de la Jefatura de Operaciones Militares de Huaripampa respondía entusiastamente a otra del comandante de Sincos, “que dignamente ofrece protección mutua como hermanos”.
El día 15 la Capitanía de Muqui reportó actividad bélica de las fuerzas chilenas: “hoy a horas las 2 de la tarde mi impresionó ocho cañonazos de cañón”. El comandante se dirigió con toda su fuerza “hasta los linderos del Distrito Aliado Muquiyauyo” y envió algunas fuerzas de caballería a Huaripampa, para investigar: “nos aflojó cuatro cañonazos sobre nosotros de lo cual no habido novidad”.
Se veía venir el asalto de la margen derecha por las tropas de ocupación. Continuaremos.
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