Quieren salvarse. La actividad de este macizo ubicado en Caylloma sigue en aumento. Tiene 60 explosiones por día. Las cenizas llegan a poblados y pastos naturales localizados en 40 Km a la redonda. Los auquénidos mueren por consumir alimento y agua contaminada. Damnificados piden la reubicación. ,La muerte se apoderó del caserío de Machay Pampa, asentado en el distrito de Cabanaconde, provincia de Caylloma. La cría de una vicuña yace muerta dentro de una casucha aislada hecha de paja y piedras. Froilán Plácido Chipa Choquehuanca, dueño de esa solitaria casa, amordazó el hocico del animal con una tira de jebe para asfixiarlo. La pequeña vicuña ingirió la ceniza que escupe en forma incansable el volcán Sabancaya. Tras varios días de diarrea, esa mañana empezó a agonizar. No había otra salida, ayudarla a morir. PUEDES VER: Mauricio Cruz Lopes: "Los 30 millones no es el monto final a reparar por el daño ocasionado en Perú" Ya son 80 camélidos muertos de su rebaño desde que la actividad del Sabancaya volvió a incrementarse el año pasado. Igual es el número de abortos que sufrieron sus animales. Ni siquiera la carne sirve para alimentar a la familia de Froilán, porque está contaminada por el azufre. Este comunero tiene 47 años y toda su vida la pasó acá, en la sierra alta pastando su ganado. Desde el año pasado poco a poco ve reducir el número de su ganado. Le quedan 150, pero si el Sabancaya sigue vomitando puede que se quede sin nada. "Tengo miedo que vaya a reventar", responde. Froilán vive a doce kilómetros de distancia del cráter. La furia del macizo lo intimida, quiere huir pero no sabe dónde. No es para menos. En una semana pueden producirse hasta 400 explosiones. En cada detonación la chimenea del macizo lanza inmensas columnas de ceniza que llegan a los 4 mil metros de altura. Este polvo de azufre cubre como un manto gris los campos de cultivo y bofedales en un radio de 40 kilómetros a la redonda. En la actualidad se producen 60 explosiones en promedio al día, informa Orlando Macedo, jefe del Observatorio Vulcanológico del Ingemmet (OVI). LLUVIAS QUE PREOCUPAN El día de nuestra visita no se apreciaba al Sabancaya. Nubes grises lo cubrían ante la proximidad de más lluvias que arrecian hace diez días la zona. Los aguaceros lavaron los campos cubiertos de ceniza pero solo por unos breves momentos. La vegetación vuelve a cubrirse de esos finos copos del polvillo gris. Todas nuestras ropas tienen ceniza "Es la lluvia ácida", interviene Froilán. Pero no es así. El vulcanólogo Orlando Macedo explica que la lluvia ácida se produce por la combinación del agua de las precipitaciones con los gases de dióxido de azufre (SO2) que emana la boca del Sabancaya. "Por ser muy poco el dióxido de azufre que emite el volcán y que se dispersa de manera rápida por la acción del viento, no se han producido lluvias ácidas", resaltó el profesional. Tampoco se reportaron lahares (sedimentos y agua que discurren por las faldas del volcán) de gran magnitud. En tanto, el jefe de Defensa Civil de la Municipalidad Provincial de Caylloma, Donato Mamani, dijo que coordina con el Gobierno Regional de Arequipa en la elaboración de un plan de contingencia de los centros poblados que se ubican en un radio de 30 kilómetros alrededor del Sabancaya. Por ello, están recolectando información de los presidentes comunales sobre cuántos pobladores y camélidos existen en estos dispersos pueblos. Hasta el momento tienen en lista a 508, la mayoría son caseríos de una sola familia que deberían ser reubicados junto con su ganado por su seguridad. Sin embargo, algunos de ellos ya se están escapando de la furia del volcán por temor a quedarse sin nada. Huyendo del volcán La familia de Alejo Choque es la primera en huir. Montado en su caballo, el comunero de 46 años resguarda que sus 100 camélidos se mantengan juntos mientras recorren la carretera hacia el distrito cayllomino de Achoma, donde dispondrá de un terreno lo más lejos posible de la zona de emergencia. "Es la primera evacuación por sus propios medios", enfatiza Donato Mamani. Alejo realizó una dura caminata junto a su familia desde el centro poblado de Ampi, del distrito de Yanque, hace dos días. En Ampi el coloso no lo dejaba dormir tranquilo y es una amenaza latente para sus animales por su proximidad. "En las noches parece que se va a venir el cerro", confiesa Alejo. En Ampi conviven casi 8 ganaderos que también están pensando en seguir la misma ruta, según Alejo. Sostiene que también evalúan vender su ganado, como él hizo para evitar más pérdidas. Pero el temor no solo se apodera de Alejo y su familia. El presidente del Comité de Camélidos Sudamericanos de los centros poblados de Tarucani y Macurca, del distrito de Cabanaconde, Mateo Soncco Ramos, señala que están desesperados. En ambos puntos existen cerca de 63 ganaderos repartidos en 7 estancias. Cada uno de ellos tiene hasta 100 animales. Estos también están muriendo por la ceniza. "No sabemos a dónde ir o dónde refugiarnos. Tampoco tenemos a quién recurrir. Nos dijeron que nos podían reubicar en terrenos de Majes, pero eso aún lo están estudiando", declara Mateo, de 65 años. El alcalde de Caylloma, Rómulo Tinta, señala que conversa con los alcaldes de los distritos Huanca y Lluta para disponer de un terreno para trasladar a las familias en riesgo. Estas localidades serían los lugares más cercanos y más seguros para los afectados. "Ellos (los alcaldes) deben conversar con los propietarios que son privados. Esos cerros tienen dueño", explicó el burgomaestre. Rómulo Tinta dijo que después de las negociaciones le tienen que enviar las propuestas. Añadió que el objetivo es que los comuneros se queden por lo menos entre dos o tres años. "Aún no tenemos cifras exactas de cuánto costará el traslado. Pero de suceder, en el traslado tendría que ayudar el Ejército", dijo. Ayer las cenizas nuevamente cayeron en Caylloma. Los pueblos y campos más próximos al cráter amanecieron otra vez sepultados con esa materia gris. Orlando Macedo, del OVI, sostiene que es imposible predecir cuánto durará el proceso eruptivo. Mientras tanto, la naturaleza seguirá ensañándose con sus pobladores.