No hay dos generaciones más distanciadas políticamente como la generación de los 80 y las generaciones post Fujimori o Generaciones “Y” y “Z”. La primera luchaba por acceder a 7 universidades en Lima, hoy la capital tiene casi 50 universidades. Los jóvenes de los 80 lanzaban arengas en calles con veredas abarrotadas de ventas de libros rojos de toda ideología. Universidades politizadas, sindicatos fuertes, partidos protagónicos. Terrorismo, izquierdas algo pero no totalmente unidas, un Apra con un carismático candidato, dos partidos de derecha y la auto-derrota de Vargas Llosa, fueron el marco de nuestra generación que vio acosada la democracia y nacer a Fujimori. Los jóvenes hoy están en todo, en el mercado bajo luces multicolores; estudiando y trabajando en horarios partidos y bajo una globalización que desborda calles y rincones de las casas; en todas las redes posibles que reemplazan a las comunicaciones orales y escríbales. Nuestra generación fue politizada por crisis, encanto y responsabilidad. Las generaciones “Y” y “Z”, millennials y pulpines, es hosca ante políticos; peligrosamente despolitizada. Su debate no es si va el Estado o el Mercado, simplemente que las cosas vayan y fluyan. Su descontento no se canaliza por partidos, ni en “zonas”, ni en movilización u organizaciones. Para nuestros hijos, nuestra generación es querida, pero también distante cuando hablamos de relatos ideológicos y se extrañan como nosotros nos confundimos con sus aplicaciones y redes. Los políticos para esta generación son extrañas criaturas que se soportan y votan, pero no encantan. La lejanía de política es mundial; pero en el Perú tiene sus rasgos. Independentismo potenciado y partidos nuevos y viejos debilitados; más dinero, poca creatividad y corrupción y comportamientos erráticos de una “clase dirigente”; es la fórmula que distancia la juventud con la política. Este es un país distinto al de Haya de la Torre, Mariátegui, Basadre. Aquellos padres del discurso social no tienen continuadores en un país muy, muy lejano. Pero es necesario que estas nuevas generaciones hagan política: hacer cosas democráticas, propositivas y creativamente para mejorar la sociedad. Ello depende mucho de lo que lideren los jóvenes minoritarios que hacen voluntariado, emprendimiento, capacitación e innovación en múltiples espacios sociales-culturales y aún partidarios. Como decía Néstor García Canclini, saber por la juventud (y lo que hace hoy), es tratar de saber cómo comienza el futuro. Ese futuro está en sus manos; hay una transición demorada a un tiempo ya de ellos, a una generación sin política y sin padres ideológicos vertebradores de ayer. Paradójico el desafío: hijos de la antipolítica haciendo otra (necesaria) política.