¿Quiénes ahondaron la corrupción en el Estado?, ¿partidos o independientes?, ¿“políticos profesionales” o tecnócratas a tiempo completo?, ¿viejas o nuevas autoridades?, ¿empresarios extranjeros o nacionales?, ¿abogados de buffet inalcanzables o emergentes con ganas de poder? Al parecer nadie se salva de la rumba. Pocos son los que pasan la prueba ética del poder (el no usarlo para enriquecerse o enriquecer a otros). No es por necesidad; el presidente del club social más caro del Perú, el Regatas, está involucrado en el soborno de Odebrecht al señor Acurio, ex gobernador del Cusco y militante del Nacionalismo. La ideología no te salva; en Tía María militantes de Tierra y Libertad negociaron por debajo con la Minera. Cayeron “ricos”, cayeron “ideologizados”. El Estado Peruano ha perdido entre el 80% de sus arbitrajes. Solo hasta el 2016, Odebrecht ganó 35 de 41 arbitrajes, 30 en el Ministerio de Transporte (270 millones de dólares de pérdida). Deben esos funcionarios explicaciones. Este modelo de promoción de inversiones y negociaciones, no estaba abierto a militantes de partidos. ¿Acaso no eran profesionales solventes “a-políticos” de una clase media sólida los que condujeron este modelo?, ¿ellos ganaban poco como para que no activen un mayor esfuerzo o interés por defender al Estado o no caer en corrupción? Cayeron funcionarios bien pagados y “capacitados”. Entre 2009 y el 2017, Contraloría reporta 10,670 responsabilidades penales a nivel de gobiernos regionales y 11,998 a nivel de municipios (Total: 12,961 funcionarios en actos de corrupción). Los partidos casi han desaparecido en regiones y municipios. La corrupción enlaza autoridades nacionales, regionales y locales nuevos o de cualquier origen. Cayeron los nuevos en Lima y provincias. La crisis de los partidos alejó a sus militantes de las decisiones “técnicas” de la gestión pública. Pero –aunque menos– sus militantes también han caído. Lo cierto es que los partidos no propusieron una alternativa a la debilidad del Estado ante la corrupción y el capital mercantilista y no contrapesaron a cierta tecnocracia ducha en lo público. Se transfirieron las decisiones a expertos que hicieron este super modelo de concesiones y asociaciones. Tecnócratas, gerentes especialistas, reguladores, expertos –la mayoría sin militancia– promovieron, permitieron o no advirtieron la alta vulnerabilidad estatal ante la corrupción. Ante un Estado con recursos y débil para resistir los embates del dinero, solo ayudan los principios. Ni ser de izquierda ni derecha; ni rico ni pobre; ni centralista ni descentralista; ni político militante ni tecnócrata independiente. Solo los principios; lo que más se pierde y que poco se estudia en estos tiempos.