Presentes. Forenses identifican y restituyen más cuerpos a familiares. Murieron en las masacres desatadas por Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas entre 1983 y 1991. Restos fueron exhumados en 2009 y 2014 por el Equipo Forense del Ministerio Público y analizados mediante examen de ADN., Para llegar a la escuela de Ccano Carlos Chávez Tumaylla debe dar unos últimos pasos sobre seis piedras incrustadas en la ladera de un cerro. Todos los días llega aquí sin problemas para estudiar el 4to grado de primaria, pero una mañana reciente le cuesta subir las gradas porque ayuda en un trabajo especial. PUEDES VER: Más de quinientas pruebas sustentan la sentencia contra el recluso Fujimori Esta vez no carga su mochila con cuadernos, sino una caja de cartón con los huesos de Basilia Yulgo Lapa, vecina del pueblo asesinada a tiros en 1991 por miembros de Sendero Luminoso junto a otras 39 personas en la iglesia evangélica local. En un aula, un miembro del Equipo Forense de la Fiscalía le recibe la caja y la coloca junto a las otras 39. Ccano sigue siendo un pueblo olvidado de Ayacucho que fue azotado por la violencia del Ejército y Sendero Luminoso entre 1980 y 2000. Se llega por carretera en un viaje de cuatro horas desde la ciudad de Huamanga. Hace cinco años lograba su difícil conexión con la capital ayacuchana por un camino de tierra y un viaje de casi un día de caminata. No hay agua potable, no entra la señal de telefonía, no llegan los periódicos y solo se puede ver América Televisión. La mañana del lunes 28 de marzo del 2016 los escolares observaron cómo una de sus aulas se convirtió en el lugar escogido para velar a sus antiguos vecinos. Poco antes, Rolando Alvarado, jefe de los forenses en Ayacucho, ordenó delante de los familiares cada uno de los esqueletos, como si fueran piezas de rompecabezas, que luego introdujo con respeto en cajones blancos donados por el gobierno. Es un rito que se repite con la presencia de al menos un familiar de los fallecidos, que casi siempre mira en silencio, con ojos brillantes y al final ora ante los huesos del ser querido. Una campesina que ayuda a los forenses los llama desde la puerta del aula: “Vicente Vicaña Lapa”. Es el turno de un hombre que perdió a su esposa, dos hijas y su yerno en el ataque senderista a la iglesia evangélica. “Casi enloquecí”, dijo el hombre un cuarto de siglo después de su tragedia. El caso Pucayacu En agosto de 1984, La República reveló el hallazgo de una fosa clandestina con 50 cuerpos humanos en una quebrada denominada Pucayacu. Según testigos y pruebas encontradas en el lugar, las víctimas fueron ejecutadas por infantes de la Marina. Después de 32 años, este mismo diario presenció en la ciudad de Huanta la entrega de los restos de 10 víctimas, secuestradas en la comunidad de Culluchaca. Es miércoles 30 de marzo del 2016 y la reposición se realiza en el Museo de la Memoria, ubicado en el centro de la ciudad. Rufina Inga Rodríguez, de 41 años, mira el cajón con los huesos de su padre y su recuerdo retrocede más de tres décadas, cuando era una niña de 9 años y se abrazaba a su padre para evitar que los marinos se lo lleven. El padre de Rufina había tenido la mala suerte de llegar a la aldea desde sus tierras de pastoreo en el momento en que los militares secuestraban a varios jóvenes a los que acusaban de senderistas. “Cuando lo alcancé ya se lo estaban llevando y me abracé a su pierna pero me empujaron y me quedé llorando en el suelo”, dice Inga, quien al igual que miles de peruanos de las zonas rurales se empobreció con el conflicto: les robaron el ganado que servía como sustento a ella, a sus 4 hermanos y su madre. Falta identificar más cuerpos Tras el hallazgo de la fosa de Pucayacu en 1984, los cuerpos no pudieron ser identificados por las autoridades y fueron llevados al cementerio de Huanta y enterrados en dos fosas comunes. Solo una fosa con 37 cadáveres se logró abrir en 2009. Se espera que en los próximos meses los forenses exhumen, identifiquen y devuelvan los restos a los familiares. Aún quedan 15 cuerpos por exhumar. En agosto de 1984 decenas de civiles fueron detenidos y llevados al estadio de la ciudad de Huanta, entre los cuales estaba el corresponsal de La República en la ciudad de Huamanga, Jaime Ayala. Quien desapareció. Se espera que su cuerpo se encuentre entre los hallados en Pucayacu.