Por: Marjorie Ramos Poma
“Un día atrapamos a los camioneros con las manos en la masa. Denunciamos como directiva y fuimos al puesto policial en Matucana, de ahí los ‘champeros’ solucionaron el asunto y los soltaron y se fueron”, cuenta indignado Hugo Cayamo, secretario de la comunidad campesina Santiago de Carampoma.
El comunero recuerda estos sucesos ocurridos hace dos años. Desde entonces, no ha pasado nada. No sería la primera vez que sucede algo así. Su comunidad, ubicada en el distrito de Carampoma, en la provincia limeña de Huarochirí, ha enfrentado en más de una ocasión a los ‘champeros’ que extraen cojines de turba de los bofedales de Milloc y se los llevan en camiones por la noche de forma ilegal.
La República llegó hasta esta zona, situada a una altitud de 4.329 metros. El panorama, rodeado por montañas, parece abrazar con recelo a la laguna de Milloc y tras de sí a los últimos bofedales vivos que la acompañan. Los comuneros que vienen a pastear a su ganado por estos lares saben que cada día la situación está peor. No solo se están quedando sin pasto, mientras sus animales se enferman, sino que cada vez ven más reducido un elemento vital: el agua.
“Los bofedales almacenan el agua, entonces ahí nace y luego viene aquí al pueblo”, explica Cayamo, quien a diario tiene que recorrer 30 minutos para llegar a estos humedales y proveer de alimento a su ganado. Así, en pocas palabras, explica que no es casualidad que, tras la degradación de estos ecosistemas, el agua esté llegando en menor cantidad a Carampoma.
Nosotros tuvimos que recorrer cerca de cuatro horas desde Lima para llegar a la misma conclusión: si los ecosistemas que nos proveen el servicio hídrico siguen siendo dañados y nadie hace mayores esfuerzos por recuperarlos, poco a poco se verá afectada la seguridad hídrica de toda Lima Metropolitana.
Una secuela de impactos
Entre Lima y Carampoma hay más de 90 kilómetros y un accidentado camino por el cual se puede observar las gigantescas represas de cemento que guían el agua hacia la capital. Aquí se encuentran los ecosistemas de cuenca alta que captan y almacenan el agua que consume la mayoría de limeños.
En esta red de lagunas se encuentra Milloc. “Esta laguna es importante porque es donde se vierte el agua del túnel trasandino y la que trae agua desde la cuenca alta del río Mantaro, literalmente la que alimenta a Lima, porque casi el 60% del agua que llega a Lima viene de Junín. El Rímac, como cuenca propia, solo aporta el 15%”, explica la bióloga Susan Manrique, de Condesan y el proyecto Infraestructura Natural para la Seguridad Hídrica.
Por su parte, los bofedales, definidos como un tipo de humedal altoandino que presenta vegetación hidromórfica y que acumula turba –suelo orgánico con alto contenido de carbono–, funcionan como una especie de esponjas que toman el agua y empiezan a soltarla de manera dosificada durante las épocas de estiaje o sequías.
Al igual que la mayoría de los comuneros, Susan señala que la extracción de la ‘champa’ o turba por parte de foráneos es uno de los principales impactos que han sufrido los bofedales. Mientras recorremos los pastizales secos señala los enormes huecos rectangulares que han sido despojados de su habitad para ser vendidos en forma clandestina como abono orgánico en los viveros de Lima.
Los ‘champeros’ no son el único problema. “Esta zona se ha visto afectada por la carretera que une a los distritos de Huarochirí, como Carampoma, con Junín. El agua que infiltra a la ladera ya no llega al bofedal como lo hacía de forma natural”.
Otra intervención que ha detenido el flujo de agua tiene que ver con la laguna Canchis, la cual ha sido interrumpida dos veces por la carretera. “La quebrada que llegaba naturalmente a esta zona y los abastecía con el recurso hídrico ha sido desviada hacia el túnel trasandino, entonces, ya no llega a estos bofedales, ya no los puede alimentar”.
Por otro lado, el sobrepastoreo, debido a un mal sistema de rotación de ganado, ha ido reduciendo las especies de plantas llamadas distichia muscoide, las cuales contribuyen a la generación de turba.
El primer proyecto
Ante este panorama, una nueva propuesta ha llamado la atención de las instituciones que administran el agua en nuestro país: los Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos (Merese) hídricos, que en pocas palabras son pactos por el agua. Sedapal ya se ha alineado a esta normativa e incluso cuenta con un fondo intangible de más de S/ 80 millones, recaudado a todos los limeños, a través de la tarifa del 1% que cobra en el recibo mensual.
La urgente recuperación de los bofedales de Milloc es el primer proyecto de infraestructura natural que ejecutará Sedapal, con parte de esos fondos. Solo este proyecto costará un aproximado de S/ 2,5 millones. La ejecución física debe iniciar en el primer trimestre del 2020.
Susan Manrique, quien además trabaja de manera conjunta con Sedapal, advierte que Milloc está formulado desde el 2016 y hay la necesidad de que el proyecto salga lo más pronto posible.
“El área de intervención directa son 98 hectáreas, las cuales conforman el cerco perimétrico que vamos a poner para evitar que se vuelva a impactar con sobrepastoreo y que vuelvan a entrar los champeros”, explica Manrique. Y agrega que la comunidad de Carampoma recibirá capacitaciones para tener herramientas que le permitan hacer un mejor uso de sus ecosistemas, pero también para que obtengan un beneficio económico.
Sobre este punto, Hugo Camayo sostiene que los vecinos de la comunidad ya han sostenido reuniones con Sedapal y que “están de acuerdo con que los ayuden a cuidar su sistema natural”.
Por otro lado, se ha propuesto un sistema de riego que abastezca estos bofedales secos de agua. “Vamos a recuperar la cobertura vegetal a través de una técnica llamada trasplante de tepes, que consiste en sacar una pequeña porción de bofedal de un espacio y trasladarlo a Milloc, pero teniendo en consideración la capacidad del espacio sano a recuperarse”, asegura.
La agenda pendiente
Alonzo Zapata, director del Equipo de Gestión Ambiental y Servicios Ecosistémicos (EGASE) de Sedapal, apunta que estas “intervenciones son bastante sencillas y efectivas en términos de recuperar el servicio ecosistémico”. Sin embargo, no es el único proyecto que está en agenda.
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“Tenemos 32 proyectos en el Plan Maestro Optimizado (PMO) y queremos extenderlo hasta 100 para incluirlo en este plan que va del 2020 al 2025. Ese es nuestro horizonte de proyectos”, asegura Zapata.
Debido a la creciente demanda de agua de Lima calificada como la segunda ciudad más grande del mundo ubicada en un desierto, después de El Cairo, las cuencas del Chillón, Rímac, Lurín y Mantaro son insuficientes para abastecer a una ciudad con cerca de 10 millones de habitantes.
El ente regulador del agua potable, SUNASS, estableció desde el 2015 el cobro de una tarifa mensual a los ciudadanos limeños para la conservación y restauración de las fuentes de agua en las cuencas altas. A pesar de que han pasado cuatro años aún no se ha ejecutado el monto recaudado, que ya tiene una proyección de 90 millones para el 2020.
Sobre ello, Zapata alega Sedapal “no tiene el expertise para hacer proyectos de infraestructura verde porque siempre se ha dedicado a infraestructura gris”, pero vienen trabajando con ONG e instituciones que tienen experiencia en el tema.
Asimismo, los Merese tienen como una de sus características a las plataformas de buena gobernanza, que son espacios de participación con los actores involucrados y fundamentalmente las comunidades campesinas. Así, por ejemplo, Zapata afirma que el Gobierno Regional de Junín ha mostrado su interés en las intervenciones que se están planteando realizar en la cuenca del Mantaro.
“Vamos a visibilizar a las comunidades que están en la parte media y la parte alta, quienes siempre han estado ahí haciendo actividades de conservación, cuidando el agua para la gente que está en la parte baja. La idea es retribuir, mirarlos, ir hacia ellos”, sentencia.
Cómo funcionan los bofedales
Bofedales de Miloc.