La corrupción extendida en la política es el telón de fondo.,El final accidentado de la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski antes de cumplir un tercio del mandato constituye, más allá de los hechos concretos que lo empujaron a renunciar, una expresión del fracaso del sistema político peruano así como de la urgencia de reformarlo. El colapso político de ayer obedece, por un lado, a la incapacidad de alcanzar un entendimiento mínimo que armonizara a un gobierno débil como el de PPK, con una oposición aplastante como la de Keiko Fujimori por su control del congreso. Fujimori nunca pudo aceptar su segunda derrota electoral y se dedicó desde el inicio a demoler al gobierno, una actitud que la ciudadanía desaprueba y que quizá explique su tercer fracaso en 2021 como corresponde al calendario político, o antes si se produce un adelanto electoral porque explosione el nuevo gobierno. Pero el objetivo de demolición de Fujimori contó con la complicidad entusiasta del presidente Kuczynski gracias a un conjunto de problemas, ninguno de los cuales fue mencionado en el discurso de dimisión de ayer. Su gobierno tuvo una tremenda impericia política porque, como una de sus muchas expresiones de frivolidad, despreció a la política, subestimó la intención de sus adversarios, mintió para salir de cualquier apuro pero todos se dieron cuenta, y mostró un gran desorden administrativo que le impidió tener prioridades y asignar bien los recursos. Los errores de Kuczynski y las frustraciones de Fujimori promovieron este colapso en un proceso del que ambos salen muy manchados. Pero también se explica, y de manera crucial, por el telón de fondo de la profunda penetración de la corrupción en la política peruana que empieza en el origen del financiamiento de las campañas electorales. La mejor expresión de ello es que lava jato ha triturado la política peruana: un presidente renunciante (PPK), otro preso (Ollanta Humala), otro prófugo (Alejandro Toledo) y otro acusado (Alan García) junto con la lideresa de la oposición (Keiko Fujimori), para no hablar del recién indultado Alberto Fujimori. La corrupción es hoy un factor clave para entender una política peruana en la que muy pocos de sus protagonistas no están embarrados. Es una crisis política compleja pero que puede encontrar en el nuevo presidente Martín Vizcarra un respiro temporal porque la oposición tiene sangre en los colmillos y debe limpiarse ante la ciudadanía, dejándolo gobernar un tiempo; y porque ya sabe lo que debe hacer: nada de lo que PPK hizo, todo lo que él no hizo.