PPK nunca fue un empresario. Su fortuna responde a la especulación financiera y aprovecharse de sus cargos públicos para enriquecerse.,En estos días de marzo pero en el año 1895 el Centro Histórico de Lima soportó la batalla más sangrienta de su historia en el marco de una revolución civil contra el segundo gobierno del Mariscal Andrés A. Cáceres. Más de 2 mil cadáveres yacían bajo el sol en las calles vecinas a la Plaza Mayor. El pueblo estaba harto del denominado Segundo Militarismo y apoyó masivamente a la coalición civilista. En medio de la balacera, el Nuncio Apostólico logró una tregua y cruzó de la Catedral hasta Palacio de Gobierno para solicitar al Héroe de la Breña su inmediata abdicación. “Renuncie, presidente, a usted ya no lo quiere nadie” dicen que dijo el purpurado. Y Cáceres tuvo la entereza de dimitir para evitar un mayor derramamiento de sangre. 133 años después, en el Congreso se debate la vacancia de PPK para evitar todo este caos político y su devastador efecto en la economía. Y las encuestas coinciden: 80% de la población a favor de la vacancia. Pero bastaría la renuncia de PPK para evitar toda este show legislativo. Iba a escribir: “133 años y se repite la historia” pero eso hubiera significado comparar al Mariscal Andrés A. Cáceres -el único que no se rindió y le hizo la vida imposible a los invasores chilenos- con este triste gringasho lobysta que nos gobierna. PPK nunca fue un empresario. Su fortuna responde a la especulación financiera y aprovecharse de sus cargos públicos para enriquecerse. Y como mandatario es un inepto. Sólo falta un Nuncio Apostólico que cruce la Plaza Mayor y le diga al presidente: “lárgate, gringo”.